Tomo el testigo en esta columna de lo ya publicado en este periódico por el catedrático José Damián Ruiz Sinoga en su primer Territorio Comanche. Y es una alegría, de entrada, comprobar que las intuiciones que uno baraja coinciden con lo que él, en su autoridad incontestable, considera. Expresada ya toda la rabia, puestas todas las incógnitas en las decisiones políticas (legítimas, siempre: no hace falta ser expertos, nos basta con ser ciudadanos para preguntar si las medidas y los plazos son los adecuados cuando el sentido común parece decirnos lo contrario) y con la esperanza puesta en que la justicia haga su trabajo, a lo mejor estamos en condiciones de considerar el incendio de Sierra Bermeja como una oportunidad. Uno es así de optimista, qué le vamos a hacer. O quizá se trate de que la tragedia, desde la misma acepción de la katarsis griega, tiene que ver también con la regeneración (el volver a nacer) y los dolores de parto. El patrimonio perdido a nivel medioambiental es demasiado elevado como para dejer de tener vértigo, pero es tanto, quizá, como el que se puede ganar a partir de ahora. Empieza un proceso de recuperación del bosque que será sin remedio largo y seguramente tedioso, proclive a la impaciencia, porque los plazos de la naturaleza no son los nuestros. Pero hablamos de un proyecto en el que sería posible plantear una nueva relación con el entorno, una nueva habitabilidad, más ocasiones de crecimiento y desarrollo para un área de la provincia de Málaga especialmente necesitada, mecanismos que hicieran posible tanto la repoblación del Valle del Genal como la preservación de su ecosistema. Ahora el bosque pedirá tiempo, necesitará revestirse a su ritmo, respirar a su manera. Mientras tanto, quién sabe, a lo mejor podríamos hacer las cosas bien, garantizar que esa regeneración será duradera y que traerá una riqueza aún mayor. No estaría mal que las administraciones, poniéndose en mano de técnicos y científicos y adaptándose a sus tiempos, se comprometieran ya al unísono para aportar los recursos necesarios. Eso que ganaríamos.

Más allá del supuesto origen intencionado, la sierra ardió como ardió por su estado de abandono, por la acumulación con el paso de los años de un material combustible que una mayor atención en la región habría podido retirar a tiempo. No podemos dejar nuestros bosques y ríos en manos de los especuladores, pero tampoco olvidarlos a su suerte y considerar que así están bien. Esta época exige un nuevo vínculo con la naturaleza, una consideración del patrimonio medioambiental como el más urgente y necesitado, el que de manera más abierta reclama nuestra implicación y compromiso, y la provincia de Málaga cuenta con tesoros bien valiosos desde los que trabajar para que el entorno natural deje de ser de una vez un agente extraño en nuestros procedimientos. A base de educación y de atender a las indicaciones de quienes saben, podemos hacer nuestro el medio ambiente sin estropearlo. Si no, siempre quedarán millonarios empeñados en mandarnos al espacio a precios cada vez más módicos.

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