Burocracia 'junteña'

El consejero habla de la grasa administrativa que padece Andalucía como si hubiese crecido natural, inevitable

El consejero de Economía, Antonio Ramírez de Arellano, se trasladó ayer a Pedroche, localidad fundacional y reducto espiritual de la comarca que toma su nombre, Los Pedroches. Acudió allí para reunirse con los agentes económicos, políticos y sociales de la zona con el fin de presentarles un nuevo plan, en el que colaboran la Fundación Salvia y la Diputación y que pretende reducir los trámites burocráticos con el fin de dinamizar la economía. La idea es que, si sale bien, se traslade al conjunto de la Andalucía rural, tan sufrida la pobre, por lo que el mismo consejero, optimista tal como le corresponde, habla de proyecto pionero. Ramírez de Arellano, en la argumentación de la iniciativa, reconoció pues a su modo uno de los problemas que padece Andalucía: la puñetera burocracia junteña, esa administración que en todos lados mete el hocico en busca de financiación, de aceite para sus engranajes. Pero lo hizo como si la grasa burocrática que padece esta tierra hubiese crecido del modo que crece una melena heavy metal o que nos crecen la uñas. O sea, como si fuese un aumento natural, inocente, inevitable. Y no, por ahí no. No porque si el PSOE andaluz se ha caracterizado por algo en estas décadas es por engordar el entramado con dos fines: fortalecer la estructura del partido a través de los beneficios de los afines y condicionar la actividad privada hasta el punto que imposible parece mover un dedo sin la divina bendición junteña. Y sabido esto pues no es fácil confiar en lo que ayer dijo el consejero, pues estos planes y estas fundaciones tan agradables al oído -y en realidad tan abstractas- no son nuevas. Muchas veces se ha hablado de hecho de iniciativas similares que luego han dado lugar, pura paradoja, no a una reducción de la burocracia sino al aumento de ella a través de comisiones y demás estrategias tragaperras. Ojalá en fin que estuviésemos en 1984 para que cuando un consejero soltase estas alegrías pudiésemos tragárnolas tan a gusto, esperanzados. Pero estamos en 2017 y viniendo de quien viene no queda sino sospechar, porque en Andalucía cuando parece que va hacer buen tiempo al final llueve. Aquí, en lo político, hay que andar siempre con el chubasquero.

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