Punto de vista

josé Ramón / del Río

El C.H.A.

LAS siglas del título corresponden al Colegio de Huérfanos de la Armada, que está en la Ciudad Lineal, c/ Arturo Soria, de Madrid. El colegio, que ya ha cumplido 100 años (su primera piedra la colocó Alfonso XIII en 1913) fue una iniciativa de un joven oficial de la Armada, José Jáudenes Clavijo, como si hubiere presentido que su hijo Luis dejaría un huérfano (Luis Jáudenes García de Sola) que no llegó a conocer por haber nacido poco después de su muerte.

Después de la Guerra Civil, los alumnos no sólo eran huérfanos, sino que cursaban sus estudios hijos de marinos, porque era el sitio más idóneo para prepararse para la carrera militar. Por esta razón para cursar los dos últimos años del bachillerato, mi padre, marino de guerra, me envió a ese colegio, dejando el de los marianistas de Cádiz. Cuando llegué, en octubre de 1950, acababan de nombrar como director al laureado almirante Fernando Abarzuza, que había conseguido una mejora sustancial de las instalaciones, comidas, vestuario, etc. Entonces las oposiciones a la Escuela Naval eran en noviembre, de forma que los que habían aprobado la Reválida en junio, podían presentarse a esas oposiciones si las preparaban durante el verano. De hecho, algunos las sacaban, de manera que con 17 o 18 años eran ya caballeros cadetes en la Escuela Naval de Marina.

Yo tengo mucho que agradecerle, porque hube de esforzarme para aprobar matemáticas, ya que allí el nivel era muy superior a cualquier otro colegio. También me sirvió para comprender que la milicia no era lo mío y tengo que agradecer a mi padre que consintiera que estudiara Derecho, cuando el CHA le había supuesto un sacrificio económico, ya que la gratuidad era sólo para los huérfanos. Para la calle vestíamos traje azul marino, anclas en la solapa y gorra de plato; en el colegio, el traje de faena de dril, con el añadido de un gorrito blanco, como el de Sinatra en Levando anclas.

Un compañero de entonces, Jorge Scharfhaüsen, ha conectado con todos los que sobrevivimos (un porcentaje asombroso) para que nos reunamos en septiembre. También nos manda fotos de entonces. A diario recibo en mi correo noticias de mis compañeros que cuentan dónde viven, cuántos hijos tienen y cómo les va. Como yo no he sido muy diligente en este aspecto, he preferido escribir esto, para que sepan cuánto aprecio su compañerismo y quiero sugerir al organizador que en la reunión de septiembre llevemos en la solapa una foto de buen tamaño, de entonces, porque sin esa ilustración no seríamos capaces de reconocernos.

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