NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
La autora del maravilloso El infinito en un Junco, Irene Vallejo, decía en su columna del EPS que “a muchos líderes estentóreos les definen sus odios, no sus ideas”. Y es que el odio es hoy la energía que mueve la política: como en una central nuclear, los mecanismos de enfriamiento han dejado de funcionar en nuestras democracias y el sobrecalentamiento del núcleo acabará inevitablemente liberando materiales radiactivos. Por ejemplo, la derecha ha convertido a un terrorista de ETA, condenado por diversos asesinatos, en un icono al que cantan en celebraciones y fiestas, desde los recios sanfermines a bodas y bautizos. Un parlamentario de Vox calificó al grupo socialista en el Parlamento andaluz de cocainómanos y putañeros. El dirigente popular Bendodo ha dicho que los electores no indultarán a Pedro Sánchez, dando como cierta su fantasía de que el presidente del gobierno de España es un reo que cumple condena. Los dirigentes del PP y sus voceros mediáticos acusan al servicio de correos de manipular el voto y de que los carteros sólo reparten los votos que quieren sus jefes. Como ya hiciese Díaz Ayuso en el cierre electoral del 28M, hablan, en una estrategia de primero de trumpismo, de fraude masivo sembrando dudas sobre la legitimidad del resultado electoral. Pero ¿qué sentido tiene que hagan tales cosas quienes van favoritos en las encuestas? Quizás lleve razón E. Juliana al decir que sólo tratan de incrementar la rabia de la gente. Parece que la derecha quiera convertir el 23J en un día de la ira. ¿Qué pasará, gane quien gane, el día después, con un país más dividido que nunca desde la guerra civil?
El cara a cara entre Sánchez y Feijóo fue un ejemplo de este despropósito: el candidato popular jugó, como un equipo pequeño, al borde del reglamento para no dejar expresarse al contrario. Utilizó todo el arsenal de marrullerías de las que su asesor en el debate es un reconocido experto. Soltó una metralla de datos negativos, descontextualizados, o simplemente falsos, para ocultar con mentiras la realidad: que los verdaderos indicadores de la situación económica (crecimiento, inflación, empleo, IPC, etc.) son buenos y por lo tanto favorables al gobierno. Fue una exhibición de trampas y artimañas, que apabullaron a un Pedro Sánchez incapaz de articular su discurso. No lo critico, podría haber ocurrido al revés, pero su “victoria” es un buen ejemplo del valor que la mentira ha adquirido en política.
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