NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
LA realidad en la que vivimos es esta: un chaval se va a tomar unas copas por la noche y los porteros de la discoteca le dan una paliza tan brutal que acaban por reventarle el corazón a patadas (en un local madrileño céntrico, de moda y nada marginal… ¡que acumulaba 47 denuncias!: así trabajan nuestras autoridades).
Esto no pasa todos los días, afortunadamente. Pero pasa y es la trágica punta de un iceberg cuyo inmenso cuerpo sumergido está formado por accidentes de coche o de moto, atropellos, intoxicaciones etílicas, peleas, palizas, consumo de drogas, vomitonas, broncas, conformismo, idiotez… Beben demasiado nuestros hijos, y demasiado frecuentemente. Trasnochan demasiado, y demasiado frecuentemente. Algo les ha convencido de que para divertirse hay que dañarse, olvidarse de sí, aturdirse con el ruido, el alcohol o cosas peores. ¿Tan mal favor les hemos hecho engendrándolos? ¿Tan insoportable les resulta la vida que para divertirse tienen que beber hasta perder la conciencia (el conocimiento reflexivo de las cosas) y si se tercia también la consciencia (el conocimiento inmediato que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones)? ¿Tan mal los hemos educado, nosotros y sus profesores, como para que confundan el placer con el frenesí inducido por estímulos dañinos?
Están indefensos ante la rapacidad de quienes quieren obtener beneficios aprovechándose de su inmadurez, sus carencias educativas, su falta de criterio, su inestabilidad afectiva, su debilidad, su falta de carácter y personalidad. Están indefensos, también, ante las inducciones ambientales (tantas veces avaladas por popes de la trasgresión institucionalizada) que les convencen de que eso es lo que hay que hacer para divertirse, rebelarse, ser independientes o afirmarse.
Esto les convierte en carne de cañón del relativismo y el nihilismo de masas queridos por el mercado para reducir el ser humano a una única dimensión, la del consumidor, y encerrarlo después en el círculo infernal de trabajar como animales para consumir como bestias, no hallando placer o alegría ni en lo uno ni en lo otro.
Estos males afectan a todos los jóvenes, sea cual sea su nivel socioeconómico, porque no son patologías minoritarias que tengan causas carenciales. Es una especie de servicio imbécil-consumista obligatorio que los llama a filas cuando son adolescentes y los licencia cuando se independizan tardíamente para ceñirse los aperos del mulo productor-consumista, que dependerá ya para siempre de la posesión y el consumo -cuando no de otros estímulos más fuertes- para obtener algo parecido a la felicidad.
También te puede interesar
NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Memorias de un niño de derechas
La esquina
José Aguilar
Solipsismo en palacio
Manual de disidencia
Ignacio Martínez
La ola de Vox