Vaya lo que se pierden los malagueños que no son del Málaga sino de Madrid y Barcelona. Para ver un partido de su equipo tienen que tomar un avión o un tren y gastarse lo que les costaría un abono en La Rosaleda. Y muy de cuando en cuando. El malagueño y malaguista puede ir a su templo cada 15 días o menos. Y en vez de tele, tiene vista 3D de las gradas y cánticos in situ mejores que el HD. Y es más feliz con un ascenso que uno de los otros con un título. Y puede llevar a su hijo y que este aprenda el evangelio blanquiazul sin adoctrinamientos, y así forjar un precioso lazo generacional. Soy de los que se asombra si uno no es del equipo de su tierra. Pero me indigna el talibanismo en torno al término cateto, ese que bautiza al paisano que simpatiza con un equipo de fútbol que no es el patrio. Si celebras un gol de Ramos en la Champions en La Paz o uno de Messi en Liga por Pedregalejo, lo siento, amigo, eres un cateto que no merece sostener una biznaga o posar tu toalla en La Malagueta. Eso sí, como conozcamos a un soriano con la camiseta del Málaga, ese tipo es un fenómeno; dame un abrazo, pishita. Y si Sandro felicita al Barcelona por su victoria, asémosle a insultos e indignémonos por que no sea boquerón desde shiquetito (y justo al tipo que, en su nombre de su escudo, tiene que meter los goles para salvarlos de la quema). Pero Isco es Dios cuando escribe cualquier cosa de su Málaga... Ya sé que Twitter no es una muestra representativa de la realidad, pero no sé hasta qué punto lo que la gente opina ahí es real o un fake de sí misma. Con mayor o menor peso en la opinión de las masas, ese extremismo genera un odio peligroso. Que me recuerda a un fenómeno más peligroso aún: yo soy de una religión que ha estado históricamente presente en mi tierra. No comulgo con el que profesa otra aunque la respeto. Pero si la defiendes en mi tierra, entonces eres mi enemigo. Y como te odio, genero una confrontación. Y mi enemigo acaba odiándome, aunque sea en defensa propia. Y la espiral de odio no cesa. Cambien el concepto religión por cateto y a lo mejor tenemos un yihadismo 2.0 que no asesina pero que genera inútiles enfrentamientos. Aprovecho, para el joven que no lo recuerde, que hasta hace muy poco La Rosaleda estaba llena de camisetas azulgranas y blancas. Porque en el 92 desapareció el CD Málaga y, ante la orfandad de fútbol de élite aquí, se abrazaron a lo más fácil. Un club que desapareció porque los malagueños no lo impidieron (pero el Sevilla creó una Liga de 22...). Y esos malagueños son los padres de los que hoy son etiquetados como catetos. El paisano que no quiera ser del Málaga se lo pierde. Pero que se lo pierda en paz.

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