Justifica el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, la construcción de un edificio sobre el suelo del Astoria, en la Plaza de la Merced (casi, casi, a cualquier precio: si los restos arqueológicos impiden levantar el proyecto seleccionado mediante concurso público, allá que propone De la Torre otro edificio a construir con financiación municipal), con la premisa de que la misma "identidad histórica" de la plaza se reconoce desde siempre con sus cuatro lados bien definidos, esto es, elevados. Así ha sido desde que ocupaba la misma posición el Hospital de Santa Ana, esto es, desde tiempos de Maricastaña. Y advierte De la Torre que el mismo Colegio de Arquitectos da su beneplácito a esta idea: sin un bloque en ese ala, la plaza, digamos, vendría a quedarse coja. Es cuanto menos curioso que, mientras tanto, el propio alcalde promueva, a cambio de la generosa inversión extranjera, un rascacielos en el dique de Levante que mandará a hacer gárgaras la identidad histórica no sólo del área en cuestión, sino de la ciudad en su conjunto; y algo ha dicho también al respecto, con puntos de vista manifiestamente adversos, el Colegio de Arquitectos (y hasta la Unesco, pero no nos vamos a andar ahora con tonterías). Dicho de otro modo: parece que el Ayuntamiento se muestra favorable a a adoptar criterios respetuosos, incluso conservacionistas, en lo que la identidad histórica de Málaga se refiere cuando de construir se trata; pero si se pone a tiro una buena remesa de ladrillo con asombrosa verticalidad, no hay identidad histórica ni patrimonio paisajístico que valgan. Lo más significativo de todo esto es el modo que en el alcalde no ha dejado de buscar soluciones para la edificación en el suelo del Astoria desde el Museo de Museos a medida que cada una de ellas ha ido dando en el traste: con concurso o sin concurso, con Banderas o sin Banderas, con Seguí o sin Seguí, con sala de exposiciones o sin ella, con restaurante exclusivo o sin él, con financiación pública o privada, siempre ha tenido el alcalde una propuesta en la recámara a la espera de su oportunidad, como el mago que, cuando creíamos que ya lo había sacado todo de la chistera, sigue extrayendo conejos, palomas, pañuelos y globos de colores. Si resulta que bajo la parcela hay restos arqueológicos de gran valor histórico, ya se protegerán, se taparán o se expondrán a la vista. Lo importante es construir. Una cosa u otra.

Es evidente que los criterios del alcalde son válidos y que De la Torre tiene sus razones. Sin embargo, la evolución urbanística de las ciudades europeas en las últimas décadas, incluso en el último medio siglo, parece tender a la oxigenación de los entornos naturales y patrimoniales o, cuanto menos, a no ampliar la densidad en estos enclaves. No se trata, claro, de despejar a cualquier costa ni de derribar porque sí, pero tampoco de cubrir las áreas más sensibles cuando pueden plantearse alternativas sin perjuicio para nadie. Respecto al suelo del Astoria, la cuestión no es sólo lo que yace en el subsuelo, sino la idoneidad de levantar un telón sobre la Alcazaba que, a día de hoy, ni está ni se necesita, por mucho que ese telón formara parte de la plaza hasta hace cuatro días. Y cabe recordar que justo en la acera de enfrente, el anunciado y aprobado NeoAlbéniz ejercerá ya una notable función de obstáculo para la mayor invisibilidad del poco patrimonio histórico del que podemos presumir en Málaga. Que la plaza haya estado cerrada siempre no quiere decir que no valga la pena dejarla abierta. Quién sabe.

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