Ignacio del Valle
Sabor a puente
La chauna
Asombra ver lo mal que digiere el PSOE, partido institucional y gobernante, la pérdida de su batalla ¿cultural? en Madrid. Dirigentes de máximo nivel del Gobierno español han salido en tromba tras la debacle, pero no a hacer una humilde, honesta y necesaria autocrítica, sino para, ensoberbecidos de rabia, insultar a los votantes que no se tomaron en serio su amenazante eslogan para el futuro de Madrid: "fascismo o democracia".
Un partido que está en el Gobierno no puede despachar con insultos y descarados desprecios a quienes no les votan. La culpa de una derrota no es del votante que elige a quien le da la gana, sino de quien exhibe soberbia antes que humildad, altanería moral y no empatía obrera. Es difícil llamar demócrata a quien considera un error que le rechacen a la hora de emitir el voto. Los sufragios emitidos deberían ser soberanamente respetados siempre. Tomar la lección que se deriva de su dictamen por la parte constructiva con la que se respeta la sentencia del pueblo que manda, y no jugar a ser Maduritos, que sería el ansia de no pocos de estos líderes de la nueva política.
Nada de rodear el Congreso cuando el veredicto es ajeno a tu victoria. Ni de protestas con insidias ante el Parlamento andaluz cuando el cambio mande a los tuyos al rincón de pensar. Los tabernarios de los berberechos no pueden ser justificativos de tu debacle, porque si no habrías de aceptar que los puticlubs de un exalto cargo socialista fueran, asimismo, la razón por la que la diáspora de votantes hizo mutis por las urnas.
Tanto hablar del Gobierno de Colón, y resulta que Colón era Pedro Sánchez obligando a Gabilondo a dejar de serlo. Colón era un presidente mentiroso compulsivo, responsable de la peor gestión de la crisis sanitaria en la UE, al que esperaban ansiosamente los votantes para botarlo. Era la esquirla de Iván Redondo haciendo de este tiempo una fumigación proletaria con eslóganes inservibles para quien vota. Colón era el ministro Ábalos agarrado al solysombra ejerciendo de torpe machista; y la chica de los recados de Sánchez, ese lastre, agitando el no pasarán de todo a cien. Colón era Pablo Iglesias haciéndose pasar por uno de los suyos, a pesar de ser verdaderamente de los otros, esos que él siempre llamó casta. Colón, en realidad, era la amenaza de subir impuestos, cerrar el Zendal y reubicar la libertad. Era el hartazgo de Madrid con los picaflores de la política, reinventores de la realidad que ven amenazado su trilerismo.
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