Confinados con niños pequeños

Uno puede imaginar cómo debe ser el suplicio en esas casas. Desde que te levantas hasta que te acuestas

Un confinamiento de un mes en casa es un reto enorme para muchas familias, y esta crisis va a dar lugar a una gran variedad de supervivientes, de gente capaz de superar las más enconadas dificultades. Héroes de todo tipo. Pero de entre toda la gente admirable que va a salir de este trance, hay algunos que merecen especialmente mi respeto: las familias confinadas con niños pequeños. Yo he tratado con ellos y, como todo el mundo, muchas veces he pillado raudo la puerta tan solo para evitar agotar ese último hálito de paciencia que te separa de una locura. Y siento escalofríos solo de pensar cómo hubiera sido no poder escapar en esos momentos, es decir, me espanta imaginar cómo debe ser el confinamiento de tantas familias con niños pequeños.

Lidiar siete días a la semana, desde que te levantas, con esa forma tan simplista que tienen de ver el mundo, que pone a prueba tu paciencia a cada minuto. Porque ellos nunca sienten responsabilidad en nada, todo lo malo que pasa es culpa siempre de algún enemigo maligno, real o imaginario, pero siempre muy malvado. Creen que tienen razón siempre, en todo. No quieren compartir nada de lo que tienen, por más que les sobre. Cogen unas perras tremendas con los asuntos más estúpidos. Son impermeables a cualquier evidencia que los pueda contrariar. Se refuerzan entre ellos repitiéndose unos a otros sus mismas tonterías, sin parar. Y son, en general, inagotables en sus obsesiones.

Y uno puede fácilmente imaginar cómo debe ser el suplicio en esas casas. Cada día, desde que te levantas hasta que te acuestas, por toda variedad de canales, te llegan miles de mensajes de niños pequeños con los disparates más extravagantes, las quejas más egoístas y las soluciones más ridículas e imposibles. Y no una sola vez, te los mandan setenta veces al día, a cualquier hora. Y uno tiene, por fortuna, la opción de apagar el teléfono, y cualquier otro chisme, para volver inmediatamente a la paz y a la calma de tu casa y tus hijos. Pero no puedo dejar de pensar cómo tiene que ser estar confinado por semanas con gente tan infantil como esa, sin posibilidad alguna de dejar de escucharlos en todo el día. Mucho ánimo a esas familias. Seguidles la corriente en todo lo que podáis, no les discutáis jamás, y rezad para que maduren un poco. Porque que se cansen es totalmente imposible.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios