Corramos un tupido velo

La población persa se ha hartado de tanto sufrimiento y, jugándose la vida, ha salido a la calle

En el año 1979 hubo un hecho internacional que conmocionó al mundo. La revolución islámica en Irán, que algunos creyeron que se producía para derrocar al Sha de Persia, trajo consigo un régimen de represión del que hoy en día perduran muchas de sus salvajes imposiciones. Las mujeres de ese país no cuentan con el beneplácito de los movimientos feministas, ni del progresismo de salón, especialmente porque muchos de ellos son sobradamente subvencionados con los fondos gubernamentales iraníes, y el velo de silencio que se superpone sobre la obligación del velo islámico es difícilmente superable por la libertad.

La siniestra muerte de Mahsa Amini en una comisaría de Teherán, donde fue detenida por llevar mal puesto el hiyab, no es más que la punta del iceberg de una sociedad aterrorizada desde el poder. La famosa policía de la moral, que recorre sus calles totalmente de incógnito, es una forma perfecta de subyugar a la población y generar la desconfianza permanente entre sus ciudadanos. Este perverso invento fue desarrollado por los nazis mediante la Gestapo y ampliado por los soviéticos con la Stasi, en la mal llamada República Democrática Alemana. La peculiaridad del velo islámico es que se utiliza como símbolo de sometimiento y de discriminación. Por ello cuando las supuestas defensoras de las mujeres dicen que esas musulmanas lo usan desde su libertad, habría que preguntarles qué piensan ahora al ver en las manifestaciones como se arrancan su hiyab en público ante el aplauso de los demás. Cabría recordarles cómo utilizan en los colegios de ese país el velo blanco para las niñas no desarrolladas y el negro para las demás, permitiendo así a los hombres distinguir, como si del ganado se tratase, las que están en la pubertad y las que no.

Es de suponer que los conspiranoicos pontificarán que estos movimientos los patrocina EEUU, para desacreditar a los aliados de Putin, pero deben considerar que dichos aliados representan a las peores dictaduras con los sistemas más sanguinarios que existen. De todas formas, parece que la población persa se ha hartado de tanto sufrimiento y, jugándose la vida, ha salido a la calle a manifestarse. Es de esperar que la represión sea feroz, como cruel es el silencio cómplice de sus satélites políticos, pero ese país merece resurgir de las cavernas y brillar, como ya lo hizo en el pasado, desde un nuevo horizonte de libertad.

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