NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
NO hace ni un año que Pepe Joly nos llamó para que colaborásemos semanalmente en el periódico, y parece que fue ayer cuando me recogió para acercarnos los dos a la calle Rioja mientras de camino me contaba sus experiencias anteriores en otros medios y la ilusión de poner negro sobre blanco cada lunes su forma amable y discreta de entender la vida. Siempre admiré su facilidad natural para escribir de los asuntos más dispares con esa ironía un punto inocente no exenta de talento. Esta columna, por tanto, es prima hermana de la suya, y hoy viene escrita con la tinta más negra.
Pese a los lazos familiares que nos unían no lo conocí sino a través de mi mujer, y como amigo consorte fuimos estrechando nuestra amistad en reuniones de lo más distendidas donde hablábamos de lo divino y de lo humano. Allí nos daba cuenta de sus tareas relacionadas con su amplia y entrañable familia, de su heterodoxa tertulia de los martes con los amigos escritores que tanto disfrutó, de los avatares procelosos de sus proyectos literarios. Transmitía siempre un sentido positivo y su carisma, pese a esa modestia marca de la casa, llenaba el ambiente. Un sevillano culto, bueno y un poco bohemio con algo de aristócrata inglés, aunque nunca había puesto un pie en Inglaterra.
Detrás del articulista ameno y burlón, del escritor culto y costumbrista, se escondía un hombre de fundamentos muy sólidos, un ilustrado erudito y conversador, católico practicante, un humanista que navegó siempre por las aguas surcadas por sus mayores, en particular su padre. En la magnífica biblioteca familiar de la casa de San Vicente donde se guardan los documentos sobre los que trazó la vida de su antepasado el Dr. Thebussem está la clave que le guió siempre. A la búsqueda de la belleza en las cosas más cotidianas, al gusto por la cultura popular de la mejor tradición, a esa forma elegante y discreta de estar y pasar por el mundo dedicó Iñigo Ybarra su vida, y nosotros hemos tenido la suerte de comprobarlo.
Ahora, cuando las tardes densas del invierno van pasando y la navidad nos invade con su carga de tristeza, las calles señoriales de nuestro barrio parecen como huérfanas de su vecino, y de vez en cuando imagino que de un momento a otro alguien me va a llamar para convocarme ahí abajo, en La Pajarita, con Edi, con Paco, para decirme cerveza en mano y una sonrisa eterna: oye, que me ha gustado mucho tu artículo de hoy…
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