De rebote

José Manuel Olías

Demagogia e hipocresía

05 de marzo 2010 - 01:00

Abase de usarlas, las palabras se vician y no se respeta su sentido original. Es un proceso lógico. Hoy no se habla como hace siglos, siquiera como la década pasada. Se introducen términos, se inventan, se puede constatar con las nuevas tecnologías y su particular diccionario. Cambia la forma de expresarse, progresa la sociedad, aunque dé la sensación de que involuciona en muchos aspectos. Valores universales e inmutables no hace tanto se dan la vuelta como un calcetín. Lo intocable ya no lo es. Positivo en ciertas vertientes, negativo en otras.

En ese vaivén conceptual se leen y se escuchan palabras. Me llaman la atención dos. Demagogia e hipocresía. Suenan bien al oído, dan apariencia de culto a quien las maneja. En los discursos y declaraciones políticas se reiteran con frecuencia. Evidentemente se aplican para definir al bando opuesto, nunca al propio. También se oyen en tabernarias tertulias televisivas o radiofónicas de distinto pelaje: deporte, política o corazón.

Las dos palabras tienen su origen en la Grecia clásica. El primer término, define la RAE, es la práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular. El segundo alude al fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. ¿Quién no ha sido demagogo alguna vez? ¿E hipócrita? Seguro que cuando leen las definiciones se han sentido identificados con conductas propias o ajenas. En ámbito privado o público. Duele más cuando es cercano, cuando la persona en la que se confía defrauda. Son actitudes inherentes al ser humano. Al final siempre aparece alguien o algo en lo que creer y recuperar la confianza. Aunque a veces apetece abrazar la anarquía o el nihilismo. Materia para hablar en otra ocasión.

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