hoja de ruta

Ignacio Martínez

Día de medallas

LAS medallas y títulos de hijo predilecto de Andalucía tienen un protocolo y un acervo construido en décadas. Casi una tradición. Todo empezó con un elenco de categoría de Premio Nobel. Lo era Vicente Aleixandre, y no le iban a la zaga Alberti, Ramón Carande, Guillén, Antonio Mairena y Andrés Segovia. Y desde 1983 ha habido centenares de personas distinguidas. Tantas que es difícil que uno no encuentre en quién sentirse reconocido y a quién repudiar.

Sin ir más lejos, un servidor tenía este año su pareja de ases, sin ánimo de faltarle a los demás. Todavía recuerdo una entrevista que Luis Gordillo me regaló en 1974 para la radio, que después el pintor mandó transcribir y editar. Y también me toca de cerca, por admiración y aprecio, la medalla de Concha Yoldi. Tiene mérito montar una fundación para ayudar a inmigrantes, y en especial a menores no acompañados. Por cierto que el viceconsejero de Presidencia, Antonio Lozano, se empeñó en convertir la llana palabra Yoldi, con acento fonético en la o, en una aguda Yoldí. Una y otra vez.

El viceconsejero es el encargado en la ceremonia de leer los méritos de los distinguidos. Dicen las malas lenguas que también es el responsable de la redacción última de los textos, aunque Lozano Peña es economista y ha sido profesor de Teoría e Historia de la Economía en la Universidad de Málaga. Y director general de Planificación en la Consejería del ramo. De ser cierta su afición literaria, no está bien encaminada. La cursilería de algunos pasajes impedía saber si Francisca García Ramírez pintaba ovejas merinas, escribía cuentos sobre ovejas merinas o criaba ovejas merinas en Grazalema. Es verdad que estamos en la barroca Andalucía y no en la sobria Gran Bretaña, pero algo más de compostura en los textos y algunos ripios menos serían de agradecer. No es seguro que el mismo equipo que ha despachado estas medallas lo haga el año que viene. Pero sean los mismos u otros, habría que contratar para el guión a un profesional y dejarse de aficionados.

Por lo demás la sesión de ayer nos dejó momentos estelares, como la moderna rectora de Málaga que a sus 63 años epató al personal con una minifalda bastante por encima de su rodilla de científica. Será presidenta del consejo de rectores de España, pero quizá sean menos conocidas sus aficiones a las gafas baratas de diseño y a los zapatos de colores vivos, como los rojos que se gastó ayer. Al otro lado, en el lugar que ocupa el Consejo de Gobierno llamaba la atención en primera fila el señorío de la titular de Obras Públicas, vestida de señora consejera y perfectamente compuesta la hora larga que duró el evento.

Fue entrañable ver emocionarse a Josefina Molina al hablar de su padre. Lo será ver con la medalla en el futuro a un Antonio Burgos o a un Eugenio Chicano. Uno sigue teniendo parejas de ases pendientes.

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