Al final del túnel
José Luis Raya
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Crónica personal
El espíritu de la Semana Santa decrece entre los jóvenes -problemas para encontrar costaleros en varias ciudades-, que prefieren el ocio a la tradición, la cultura, la espiritualidad y la introspección. Días de alivio para los que andan mal de trabajo el resto del año y esperaban como agua de mayo la recuperación del turismo. Días de mirar el pronóstico del tiempo, de él depende que salgan las procesiones, que se pueda pisar por primera vez en el año la arena de la playa o hacer la excursión que se ha preparado durante semanas para estas fechas de vacaciones.
Para Pedro Sánchez son días en los que todo parece volverse en contra. La guerra de Ucrania empieza a dividir a Europa por el boicot a Rusia, el suministro de gas se convierte en un factor a tener más en cuenta que las imágenes de la barbarie. El presidente y su equipo no han estado muy finos en política exterior, y los malos pasos en el Sahara en el momento menos oportuno han dejado a los españoles temblando. Argelia nos pasa factura y mira hacia Italia cuando más se necesitaba que siguiera mirando con afecto a nuestro país. Y, en encima, Sánchez ya no tiene enfrente un adversario fácilmente vencible sino a un nuevo rival que no se amilana ante el presidente de gobierno, le ha plantado cara sin complejos y explica que no le importa no tener escaño de diputado porque el debate político no está ya en el Congreso -tiene razón- sino defendiendo desde cualquier foro los problema reales.
Ataca cuando es atacado, marca sus propias prioridades -le motiva más escuchar a la gente que la renovación del CGPJ-, hace críticas demoledoras al presidente por la okupación -con k- de las instituciones del Estado, defiende la Corona con uñas y dientes cuando el gobierno la cuestiona y, por si fuera poco, se saca e la manga una propuesta que dirigentes regionales del PSOE no ven mal. O hacen como que no lo ven mal, porque interesa que los ciudadanos no vean a los socialistas como políticos maniobreros capaz de cualquier tipo de acuerdo ente perdedores, por indeseables que sean en algunos casos, con tal de hacerse con el poder.
A todo esto hay que añadir unos precios imposibles, miedo al futuro, la sensación de que la UE no envía fondos porque el Gobierno no sabe moverse en burocracia la de Bruselas, y tampoco sabe cómo resolver los gravísimos problemas de la burocracia española, que ya no es de vuelva usted mañana, sino de no vuelva porque no tengo medios.
Y los sondeos, ay Pedro, machacando todos los días, incluido el CIS, con que Feijóo empieza a ponerte el futuro muy negro. Que por otra parte, visto lo visto, es lo que mereces.
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