Divide y vencerás

Nada más reaccionario, bajo y despreciable que los nacionalismos, que pretenden el fomento de las diferencias

Si hay algo, hoy día, que nos acerca a los españoles a la mezquindad y a la incapacidad de no acudir a un proyecto común y compartido es, precisamente, la tendencia que este país padece para separar, dividir, diseccionar aquello que costó hacer siglos de sangre, hambre, vidas y haciendas.

Los nacionalismos son el mayor y más peligroso cáncer de las naciones, de las verdaderas naciones. Porque el concepto de nación es el que nos aleja de lo tribal, sin perder de vista las raíces y nos invita a abordar proyectos mucho más amplios y generosos en los que se comparten economías, costumbres, convicciones sociales, historia, épica y epopeyas que alimentan la honra común y la satisfacción de la consecución participada y hasta modos pactados de gobierno.

Los otros nacionalismos, los que nos acercan a lo tribal, a lo individual, a lo pequeño, nos hacen incapaces de defender hasta la propia unión familiar y la amistosa, como diversa piedra angular de la misma sociedad, en aras a cualquier ideología que nos inutiliza a la hora de acometer proyectos de mayor ambición social, de más amplios horizontes, de mayor ventilación en ideas, creencias y derechos.

Se ha dicho que el pecado capital de los españoles es la envidia. Creo, humildemente, que hoy no. Actualmente podría ser uno que no se recoge en el catecismo de Ripalda como tal y que es la insolidaridad, el egoísmo, la individualidad exacerbada, todo eso que nos impide hacer causa común en nuestros días ante el bandolero moral, el cuentista ético y el embaucador de la felicidad.

En nuestro país, desde las medievales guerras de Reconquista -para hacer España- la presencia militar en Europa -para afianzar el imperio que luego se fue- y las honrosas gestas americanas, que verdaderamente nos universalizaron; el carácter quijotesco y poco prodigado entre los que sienten antes el hambre de pan que de honra, ha dado paso al carácter sanchista -de Sancho, no de Sánchez, o quizá también- y el dame pan y dime tonto se practica hoy con mucha más frecuencia que cualquier purificador ayuno para investirse, antes que de bienes materiales, de la virtud del trabajo, del esfuerzo personal, la moral -o si se quiere la ética- la vergüenza torera y el rigor de lo bien hecho.

No hay nada más reaccionario, bajo y despreciable que los nacionalismos: Esos postulados políticos que pretenden el fomento de las diferencias, incluso desde una supuesta e insultante supremacía y que nos llevan a la disgregación, a la división, a la separación y a la voluntaria pequeñez. Recuerden: Divide y vencerás. ¿O no?

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