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Juan M. Marqués Perales
Sevilla, su Magna y el ‘after’
20 años no son nada, pero 56 son muchos. Pueden ser una eternidad o toda una vida, dependiendo de cómo la vivas. También pueden ser varías, si pensamos en la de los dos hermanos Peláez, Demófilo (ya fallecido) y Manuel (todavía al pie del tajo), que en 1967 iniciaron la aventura de un concurso que se ha convertido en el principal concurso de albañilería de la península ibérica. O a la de los muchos que les han acompañado desde entonces en su organización sin fallar un solo día. En la de todo un barrio que se construye entorno a un conjunto de fechas en el calendario entre las que ocupan sendos lugares destacados la presentación de su cartel anunciador el último domingo de su feria y la celebración de la propia competición a finales de septiembre. 56 años son muchos si consideramos los 56 ejercicios de imaginación construidos con rasillas y yeso. En conseguir que más de 1.500 cuadrillas de concursantes hayan llegado desde casi cualquier punto de la península y en tener que decirles a otras muchas que no pueden participar por falta de espacio en la plaza. 56 años son muchos reuniendo cada uno de ellos a un equipo de más de 56 voluntarios que se desviven para que su organización sea tan perfecta como la factura de que se le exige al ejercicio ganador. Una eternidad en la que las mujeres de la peña el Palustre han servido más de 14.000 raciones de callos, cada una de ellas, mejor que la del año anterior. 56 años son 20.440 días buscando quien sufrague un concurso que tiene que encontrar cada edición la financiación de unos patrocinadores que solo obtendrán a cambio la misma satisfacción personal que inspiró a sus fundadores.
El pasado domingo se celebró la 56 edición del concurso de albañilería de la peña el Palustre. Es el más antiguo e importante de España y se hizo en Málaga. En la misma ciudad que se proclama ciudad tecnológica y aspira a ser un polo de innovación digital, pero que no puede olvidar que tan importante como estar en vanguardia de las nuevas tecnologías es no perder los oficios. Los oficios de una industria, la construcción, que es un pilar fundamental de la provincia y en la que cada vez es más difícil encontrar buenos profesionales. Anteayer casi todo salió perfecto. Falló está columna, que tenía que haber publicado el martes pasado para animarles a que pasaran por allí. Confiemos en que el año que viene consigamos ser perfectos y no se nos olvide hacerlo.
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