La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Elogio de los productores y editores

Mucho debe la cultura a los productores cinematográficos, teatrales o discográficos y a los editores de libros y periódicos

Ya conocen la sentencia machadiana: “La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”. Lo mismo puede decirse de lo que no es verdadero: por mucho que lo diga Agamenón no deja de ser falso. Estos días he hecho el elogio de Nuccio Ordine con motivo de la merecida concesión del Premio Princesa de Asturias. Aplaudo su defensa de los clásicos y el humanismo para “ayudarnos a ser mejores”. Comparto su crítica al daño que supone someterlo todo a la lógica del dinero, descartando cuanto no produzca “ganancias inmediatas o beneficios prácticos”. Y su pesimista diagnóstico: “Transformando a los hombres en mercancías y dinero, este perverso mecanismo económico ha dado vida a un monstruo, sin patria y sin piedad, que acabará negando también a las futuras generaciones toda forma de esperanza”.

Pero este porquero que soy se siente obligado a llevar la contraria a tan brillante y casi siempre acertado Agamenón cuando condena la dimensión industrial de la cultura. “Las letras–escribe– nada tienen que ver con fines utilitaristas e indignos ligados a la acumulación de dinero. (…) La cultura debe ser preservada de la fuerza corrosiva del dinero y el beneficio” (La utilidad de lo inútil. Manifiesto, Acantilado). Al condenar tan genérica y radicalmente las industrias cinematográficas, teatrales, musicales o editoriales se carga de un plumazo casi todo el cine desde Lumière hasta hoy, toda la música ligada a la producción discográfica, teatral o cinematográfica –jazz, rock, comedia musical, copla, pop, música de cine o chanson– y toda la obra de quienes, como Balzac o Dickens por citar solo dos genios, escribieron para el gran público obras maestras publicadas por grandes editoriales.

Lo curioso es que Ordine se contradice al escribir: “Nadie ha pintado mejor que Charles Dickens –en la memorable ciudad de Coketown, admirablemente descrita en Tiempos difíciles— la guerra declarada contra la fantasía en nombre de los hechos y el utilitarismo”. Olvidando que Dickens escribió para el gran público, publicó esta novela primero por entregas en su revista Household Words y después en volumen por Bradbury & Evans, sus editores tras Chapman & Hall. No se puede expulsar de la cultura a los productores cinematográficos, teatrales o discográficos y a los editores de libros o periódicos gracias a los que ustedes nos leen todos los días.

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