Emoticonos

EL bosque de las letras está cada día más talado. Antes se compraban libros, aunque no se leyesen, que esa es otra. Ya no. La excusa es que no hay tiempo, que esto y lo otro, pero la verdad verdadera pasa por que la letra en esta sociedad actual se ha hecho muy antipática frente al emoticono, que es, según leo en un reportaje, el lenguaje universal del futuro.

Para expresar lo que uno siente, ahora basta con la carita con la boca del derecho o del revés, con la que llora de risa, echa humo por la nariz o hace tururú. Las caritas son políticamente correctas. Morenas como de hombre o mujer de color y amarillas si alguno es de ese color. Me imagino que pronto aparecerán caritas rosas o violetas, por si tienen que representar al mundo gay y también negras del todo, cuando el que interactúa es un parado. Con este lenguaje universal llegaremos a la más profunda estupidez generalizada, que es, de todas todas, lo más políticamente correcto que pueda darse.

Claro que, como una es una subversiva de condición, cuanto más aprietan los emoticonos, más se aferra a la letra, que es otra manera de sentirse sola y rara en este mundo de los iconos gesticulares. Habrá que aceptarlo; leer, leemos poquísimos, habida cuenta de que los que dicen estar locos por los libros escriben 'livros' y quienes proponen hacer la revolución leyendo, escriben 'lellendo'.

Definitivamente, quien lee, no comete tantas faltas de ortografía y el hecho de que defiendan la lectura sin leer se debe al aura de seducción que se asocia al individuo intelectual. Existe un falso tópico que da a entender que quien lee mucho, liga más, pero la realidad demuestra lo contrario; el gran lector suele ser un tipo excesivamente crítico y, por lo tanto, bastante asocial. Por lo tonto, se liga más, créanme.

Si usted lo que quiere de verdad es ligar; apúntese a un gimnasio. Los que podríamos leer su libro somos un coñazo intransigente y nos vamos a cabrear con los errores gramaticales y las faltas de ortografía.

Que soy una lectora coñazo me lo dice un escritor novel, al que compro su libro, y en una dedicatoria me escribe: "A Cristina, agradeceré tu lectura y tu opinión positiva", frase que me pone sobre aviso de que me abstenga de una crítica negativa. Por alguna razón o varias, me he ganado reputación de quisquillosa, si bien, lo único que hace una es leer con atención y elogiar lo que le gusta y silenciar lo que no. A no ser que el escritor en ciernes se atreva a mandar, con suficiencia arrogante, al cubo de la basura a alguno de mis clásicos favoritos, lo que me saca de quicio. La letra es la mejor medicina y la más maravillosa de las enfermedades. Una enfermedad que debería ser contagiosa.

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