Se equivoca el consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, cuando afirma que el Gobierno de Rajoy "enterró" el proyecto del Auditorio de Málaga en 2013. Lo que hizo el Gobierno fue eliminar el consorcio constituido por las distintas administraciones públicas implicadas (al igual que otros consorcios similares en toda España); es decir, lo que se enterró fue el instrumento organizado para procurar la financiación necesaria para el proyecto, pero no el proyecto. Respecto a éste, nadie ha dicho nada: sigue siendo el que firmaron los arquitectos Federico Soriano y Agustín Benedicto, el que ganó el concurso público correspondiente, el que contó con el beneplácito de todas las instituciones implicadas (incluida la Junta de Andalucía) y el que recibió el visto bueno de todos los técnicos competentes, con todos los informes necesarios favorables. Nadie ha deslegitimado el proyecto porque el mismo cuenta con una legitimación más que sobrada. Seguramente, Vázquez insiste en que hay que "empezar de cero" por la razón que manifestó abiertamente a este periódico el ministro de Cultura, José Guirao, cuando apuntó que "el proyecto anterior se vino abajo porque era demasiado caro". Y sí, habrá a quien cien millones de euros le parezca un desembolso excesivo. Pero habría que ver hasta qué punto estaríamos dispuestos a dar por buena esta inversión (que asumirían los gobiernos municipal, provincial, regional y nacional) con una gestión competente del espacio. Si el Gobierno eliminó el consorcio, por las mismas pudo haberse buscado otro instrumento útil para la financiación. Y vuelve a equivocarse Vázquez cuando acusa al alcalde, Francisco de la Torre, de oportunismo: el único que en estos cinco años ha puesto sobre la mesa alternativas al consorcio liquidado ha sido De la Torre, ante el silencio del resto de administraciones. El problema es que todo el mundo asumió que sí, que el Auditorio era muy caro y además innecesario. Pero la cuestión de fondo es otra muy distinta.

La cuestión es que aquí hay un proyecto aprobado para Málaga que no se ha ejecutado y que, más aún, toda una institución como la Junta de Andalucía, que también lo aprobó en su día, espera no ver ejecutado nunca. Y eso constituye una aberración que en cualquier otro ámbito obtendría una respuesta contundente por parte de los malagueños, pero, vaya por Dios, hablamos de un Auditorio para la música. El que fue el primer director de la Orquesta Filarmónica de Málaga, Octav Calleya, dio hace no mucho en el clavo: en Málaga se dice que hace falta un Estadio de Atletismo y a los pocos meses empiezan las obras; en cambio, si lo que se necesita (porque sí, es necesario: la cantidad de trenes turísticos, económicos y culturales que está perdiendo Málaga por no tener un Auditorio representa un lastre demasiado pesado a estas alturas) es un Auditorio, lo que tenemos es un proyecto devuelto a los corrales. Hay proyecto: háganlo, señorías. Ésa, y no otra, es su tarea.

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