Esclavitud en negro

Hay miles de trabajadoras del hogar que asumen por cien motivos diferentes insoportables tratos

Les metemos en lo más sagrado que tenemos: nuestro hogar. El lugar donde nuestros secretos discurren en la más absoluta libertad. Donde nos comportamos como realmente somos al estar lejos de poder ser juzgados como el ojo de Orwell. Hay leyes que debemos cumplir incluso en el interior del recinto donde habita nuestra intimidad, pero ningún inspector o fuerza policial debe entrar en nuestra casa sin un ordenamiento judicial previo para descubrir alguna conducta sospechosa que hubiera podido denunciar algún vecino o familiar con sentido de la responsabilidad. Hay un dato frente al que muestro cierto escepticismo y eso que es de la EPA : en España tenemos contratadas a 585.000 trabajadoras domésticas, y de ellas solo hay 420.000 afiliadas a la Seguridad Social. En un país con más de 47 millones de habitantes el dato es sorprendente por insuficiente por mucho que digan que las únicas personas que pueden permitirse estas ayudas domésticas son adineradas. Gran parte de la posibilidad de que las mujeres puedan romper el techo de cristal es gracias a las empleadas del hogar. Mujeres, la mayoría venidas de Iberoamérica donde han dejado hijos y familiares además de su identidad. Muchas familias les exigen que sepan hacer desde la limpieza más exhaustiva, a la más deliciosa comida, incluso cuidar enfermos con tratamientos complejos. Estos días se ha conocido, gracias a la valentía de una de ellas que ha grabado con su teléfono móvil escondido en el domicilio donde trabaja en nivel de esclavitud, los humillantes tratos que le infieren sus empleadores. Le llamaban “zorra”, “hija de puta”. Llegaron a cogerle del cuello hasta sentir que le ahorcaban. Debía estar todas las horas del día a disposición de la señora sin permitirle ni una hora de descanso. En principio salía los domingos pero luego empezaron más amenazas y le obligaban a trabajar sin pagárselo. Sí, esta es una realidad que hay escondida tras los muros de un “hogar”, donde una familia entera, incluso los hijos que llegaban de visita, eran conocedores y no hicieron nada por acabar con esos malos tratos. Hay miles de trabajadoras del hogar que asumen por cien motivos diferentes insoportables tratos. Es urgente que desde el Gobierno se establezca el rigor en las contrataciones y la exigencia de que se cumplan los derechos laborales de igual modo que se les obliga a las empresas privadas o el sector funcionarial.

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