El espejo es un paisaje tan adictivo como peligroso; no siempre devuelve la imagen objetiva que se presenta delante. El rostro es el claro ejemplo de ello. Lo que se ve, lo que se quiere ver, lo que crees ver, lo que te gustaría ver, todo ello viene tamizado por el ánimo con el que nos asomemos a esa ventana de cristal. No podría estar hecho de mejor material un espejo: porque puedes llegar a sentir que te vas a romper en mil pedazos o puedes mirar con total transparencia, sin miedo a lo que encuentren los ojos que te atraviesen.

Mi reflejo en los últimos tiempos es el de un pelo más pobre que a diario va viendo caer al agua a más tripulantes de su barco. Las canas han pasado a instalarse también en el flequillo (esto es una bendición, me encantan). Y las bolsas de las ojeras se han hecho más patentes, como si quisieran mandarme una alerta de que ya me muevo por una edad bisagra en la vida. En cambio, la imagen que veo me gusta más. No es más joven, pero sí más fuerte. Atrás quedan los tiempos en que sostenerle la mirada costaba más.

Llegó 2022 en la Puerta del Sol, como el año que fue. Quien me conoce sabe que no soy de propósitos de Año Nuevo, pero hace unos días se cerró una herida de más de tres años que dejó bastantes trazas de dolor y que hoy me coloca en un escaño de reflexión. Hay cicatrices con las que toca aprender a convivir por nuestras propias decisiones, aunque esta en concreto me la 'regaló' un indeseable. Una de esas personas de las que los espejos se avergüenzan al verlo cada mañana. Atrás queda el daño, a bordo el aprendizaje. Convirtiendo el agujero negro del rencor en energía cinética. Atrás quedan días de otro minoxidil similar al que le doy a mi cabello para que se caiga a ritmo más pausado. Porque igual que uno sabe que la alopecia es una pelea a largo plazo, los procesos de restauración del ego son un jardín que florece con paciencia y riego (y a veces ruego) diario. Y si es con zinc con lo que intentan aliviarte los dermatólogos capilares, es con 'think' como se puede escapar de la caída del ánimo. Ya sea en autoterapia o por vía externa. Da tiempo, incluso, a asomarse a otros espejos y ver otras cicatrices de quien tienes cerca. Y también a descubrir la pena de que ese reflejo sea el psicoanalista de ojos con más maquillaje que mirada. De peinados más trabajados que la masa encefálica sobre la que anidan. De ropas llenas de moda sobre cuerpos vacíos de almas. En 2022 seguiremos aprendiendo más asignaturas de esta licenciatura de Espejología. Llevo las ojeras cargadas de créditos de libre configuración y cada pelo que se cae son apuntes que voy dejando a mi paso por si alguien se anima a estudiar y a cerrar sus heridas.

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