La Feria del cubito

El Centro de Málaga hace años que perdió su capacidad para acoger con seguridad la multitud que acude a la fiesta de agosto

Teresa Porras buscó fórmulas la pasada primavera para desincentivar la Feria del centro. La posibilidad de prohibir la venta de alcohol en el casco histórico durante unas horas y, sobre todo, eliminar los cubitos de los negocios de los alrededores.

Si los jóvenes querían venir cargados de casa con las botellas, que sumaran también el hielo a ver si llegaba derretido a los botellones. Aunque ahora las técnicas de fabricación permiten conservarlo durante suficientes horas al sol. Al final desistió de introducir las restricciones en un bando municipal y asumir las quejas de los colectivos afectados con las elecciones a la vuelta de diez meses. Igual el disparatado precio de la luz es el mejor aliado de la concejala de Fiestas del Ayuntamiento de Málaga. Poner a enfriar agua para congelarla también cuesta mucho más caro y es de primero de negocio advertir de la escasez de un producto para venderlo después al doble de precio cuando la demanda está más que asegurada. La fórmula funciona con una mascarilla en una pandemia o con un cubito de hielo en una Feria.

Así que el Consistorio malagueño, una vez más, optó por amagar y no dar. Es decir, es consciente de que la Feria de día se ha convertido en un problema que tarde o temprano provocará un grave dolor de cabeza. A veces se muere de éxito. Las estrechas calles del casco histórico no pueden alojar sin riesgo las elevadas concentraciones de personas. Los equipos de emergencia no puede transitar y el control de la seguridad resulta muy complejo. Y los intentos de fijar horarios para que la gente acabe la diversión hasta ahora no han funcionado. Por más camiones de la empresa de limpieza que accedan como avanzadilla.

El temor en esta edición a que tras dos años sin Feria funcione un efecto llamada entre los jóvenes de cualquier punto de España es real. La capital sigue de moda y sufre durante los fines de semana las despedidas de soltero que desembocan en el llamado turismo de borrachera. Porras sondeó sin mucho éxito la posibilidad de ir restando protagonismo al Centro. La tibia medida como la de llevarse al Real el pregón es un pequeño símbolo.

Al final, el discurso político ha decidido acompañar una realidad que no se quiere o resulta imposible cambiar sin consecuencias en la opinión pública. Así que hace días el alcalde de Málaga inició la nueva estrategia. No será para tanto y no hay motivo para pensar que en esta edición los aforos se desborden.

Si la Feria de Málaga es distinta e incluso imitada ha sido por el Centro. La fiesta era algo tan sencillo como pasearse por sus calles y seguir los ritmos de la música, incluso con el terral que no suele faltar a la cita. Pero ya hay exceso de cubitos.

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