Confabulario
Manuel Gregorio González
Valéry , 1918
El balcón
Muchos admirados colegas escriben indignados por la moción de censura de pasado mañana. Un servidor prefiere tomársela a chanza. Para empezar con uno mismo: desde que se anunció la ocurrencia de Abascal, el apellido Tamames me trae a la cabeza el nombre Matutes. Es un acto fallido por el juego de consonantes: Tamames es té, eme, eme, y Matutes es eme, té, té. Una memez a la que un buen humorista sacaría punta. Es una lástima que ante acontecimiento tan singular no contemos con Forges para una serie con guasa. Al propio Tamames le ha hecho ilusión que Peridis lo haya dibujado en El País subido en un pedestal frente al Congreso, amenazando con desmelenarse, en diálogo con uno de los leones: el de la izquierda, por cierto.
Esta exótica sesión ha sido urdida por Vox para desacreditar las instituciones, llamar la atención con la astracanada y fastidiar al PP. Podría titularse Tamames (o Matutes) contra el resto del mundo. No van a estar de acuerdo con el viejo profesor ni sus patrocinadores. Hay multitud de razones por las que la muchachada de Abascal debería votar que no a su candidato: su "estima" personal por Sánchez, a quien le hacía ilusión invitar a cenar; su preocupación por el cambio climático, su posición contra la violencia de género, su aceptación de la España de las autonomías, su aversión hacia la dictadura de Franco, su respeto humano hacia los inmigrantes, su visión perniciosa de la polarización, su alarma ante las desigualdades sociales… Todo eso, dentro de un barullo de contradicciones.
De estar entre nosotros Forges, habría imaginado a Téemeeme como en los bocadillos de Blasillo: "hay políticos especialistas en meter la pata; otros, en meter el cazo, y otros, en meter cizaña". (En Vox hay ejemplos para las tres cosas). Otros textos del gran humorista que se podrían adaptar: "puedo prometer que si salgo elegido mi gestión será todo lo avanzada que las circunstancias permitan" o "aquí lo que ha pasado es que los hipócritas han vencido a los incompetentes". De hecho, la actuación ante la nación de este anciano de la tribu, cuyo contenido ya se conoce, no es más que un desahogo personal; una de las últimas secuencias del guion de su vida, según confesión propia, para que un intelectual antifranquista haga un dictamen, una ponencia, un diagnóstico del enfermo español. Forges pintaría unos monos con un letrero que dijese: pague un euro y cántele las cuarenta a sus señorías. Cuánta gente, en particular jubilados, no querrían ir al Congreso a hacer lo mismo. Pues eso es lo que va a hacer el autor de la celebrada Introducción a la economía española.
Algunos chistes de Forges tienen vigencia inmediata y parecen el final ideal para un debate de investidura como el que nos espera, que francamente será un reality. Tamames podría terminar así: "Y con esta memez que les acabo de comunicar, queda inaugurado el curso político". Que se diviertan el martes.
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