Fútbol franquista

Intentar acusarse de franquistas denota en unos y otros el nulo conocimiento de nuestra reciente historia

Pocas cosas pueden ser más ridículas que intentar buscar sesudas explicaciones políticas a las trayectorias deportivas de los clubes de fútbol profesional. Lo que no debería de pasar de un torpe comentario en una charla de café, dicha sin solvencia ni fundamento, corre el riesgo de convertirse en una encendida polémica sobre el metafútbol y las razones históricas de los éxitos y fracasos de las más señeras instituciones deportivas españolas. El inexplicado y turbio escándalo del las relaciones entre dirigentes arbitrales y el F. C. Barcelona ha venido a aterrizar en un lamentable y pueril cruce de acusaciones sobre el mayor o menor enraizamiento franquista de los dos equipos más laureados de nuestra liga. Si fue lamentable la alusión del presidente del equipo catalán al hablar del club del Régimen, la réplica dada por la directiva del Real Madrid le igualó en torpeza y simplismo.

Esta ridícula polémica puede llevar a las generaciones que no vivieron aquellos grises años de la dictadura a conclusiones erróneas. La acusación de ser un club franquista puede invitar a pensar que esta era una opción voluntaria que dependía del capricho o el libre criterio de los directivos, cuando la realidad es que cualquier institución deportiva, artística, profesional o religiosa solo podía ser franquista o no ser. Ese es el efecto inevitable de toda dictadura. No hay mérito ni demérito en lo que es una obligación ineludible. Bueno es que eso se sepa. Pero, por otra parte, resucitar imágenes sobre la inauguración de un estadio de fútbol, con prebostes del Régimen uniformados, misa, banderas, consagración e himno nacional, nos traslada a un mundo que ahora nos parece ridículo, esperpéntico, casi una exagerada parodia del pasado, cuando lo cierto es que la realidad que vivimos aquellos años era así de chusca y de estrafalaria. Y lo peor de todo es que los entonces niños veíamos esos hechos como algo normal, sin ser conscientes del ridículo al que diariamente asistíamos. Hasta esos extremos llega el poder cuando no tiene freno ni límite.

Intentar acusarse mutuamente de franquistas denota en unos y otros el nulo conocimiento de nuestra reciente historia y el escaso respeto que ambos clubes le tienen a sus seguidores presentes y pasados. Mejor sería que en vez de enfrascarse en lamentables polémicas se esforzaran en mejorar la imagen del fútbol, aportando más transparencia, mayor respeto y menos despilfarro y ostentación, olvidándose de la exégesis histórica.

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