Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Ganar tiempo

“Cuando hay que decidir, lo mejor que puede hacerse es lo correcto, lo segundo mejor, lo equivocado y lo peor, nada”

Cuenta una vieja fábula, de esas ambientadas en algún olvidado y remoto imperio, que un muchacho fue condenado a cadena perpetua junto a sus hermanos mayores. Sabedor de que el sultán era un gran amante de los caballos y que sólo tenía interés en su excelente cuadra, pidió a los jueces verlo, e insistió más tarde ante guardias y carceleros. A todos contaba que sabía cómo enseñar a hablar a los equinos. Ninguno lo creyó y la mayoría lo despedían entre risas y carcajadas. Pero quiso la casualidad que la historia acabara llegando a oídos del poderoso gran visir que, si bien al principio, la califico de anécdota delirante, terminó, vencido por la curiosidad según los suyos y acuciado por la necesidad de congraciarse con el sultán, de acuerdo a la versión de sus adversarios, recibiendo al condenado. Y lo escuchó, entre escéptico e interesado. Cuando le pidió que le explicara cómo era capaz de lograr tal prodigio, el muchacho afirmó que era un secreto familiar, pero que si dejaba libres a todos los hermanos, conseguirían en sólo cinco años que el sultán pudiera hablar en árabe con sus caballos y en un perfecto latín en diez. El visir se lo contó al sultán y este, emocionado ante la idea de compartir tertulia con sus adorados corceles, hizo oídos sordos al resto de sus consejeros, volvió a congraciarse con el visir y ordenó que los hermanos fueran cómodamente instalados en las caballerizas. Solos en su nueva casa, uno de ellos preguntó al benjamín cómo había conseguido que los indultaran y él le contó que se le había ocurrido decirle al carcelero lo de enseñar a hablar a los caballos y que si el visir se lo creyó, el sultán lo aceptó con más ilusión que un niño.

–¿Y cómo vamos a enseñar a hablar latín a los caballos si ninguno lo conocemos?

–En diez años da tiempo a que se muera el sultán o el visir caiga en desgracia. Y hasta a que los caballos aprendan latín por su cuenta.

Ganar tiempo es un vicio extendido. Prometemos lo imposible, a sabiendas de que es inalcanzable, únicamente porque esperamos que, de algún modo, todo se solucione en un futuro, aunque nunca se solvente el problema que hayamos aplazado. Y, sin embargo, se insiste en ello cuando la única decisión racional es actuar. El tiempo ni actúa, ni decide. Sólo pasa. Como dijo Theodore Roosevelt, “cuando hay que decidir, lo mejor que puede hacerse es lo correcto, lo segundo mejor, lo equivocado y lo peor, nada”.

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