La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Gobierno Rajoy

04 de noviembre 2016 - 01:00

MARIANO Rajoy presentó ayer un Gobierno muy mariano, muy suyo. Sensato, que diría él con su bisbiseo característico, y entiéndase ese sensato del diccionario Mariano-Español como sinónimo de nada exótico y en cierto modo previsible, de algo razonable, entendible para él y los suyos. Un Gobierno en el que se observa el intento de complacer las presiones territoriales pero en el que también está el afán de Rajoy por buscarle a cada problema perentorio su gestor. Así se aprecia por ejemplo en los asuntos económicos, donde el trío ya medio clásico De Guindos-Montoro-Báñez se mantiene en sus puestos como demostración de que el presidente considera que acertaron de pleno. También sucede con Rafael Catalá, ministro claramente al alza, y por supuesto con Sáenz de Santamaría, a la que se le quitan enredos de los alto para que, como vicepresidenta, pueda centrarse de pleno en el asunto catalán. La comunicación, tema que tanto preocupa al presidente, se le traslada a Íñigo Méndez de Vigo, tipo de flema británica y aparente bohonmía que tratará de conseguir que la política de comunicación del gobierno parezca cuando menos algo del siglo XIX y no del siglo XIII como hasta ahora. Y Exteriores se le transfiere a Alfonso Dastis, experto en asuntos de la UE que tendrá que vérselas con los efectos del Brexit. Desde Andalucía, la sombra del sempiterno Javier Arenas es alargada, y ahí está Zoido para demostrarlo en la cartera de Interior, donde puede dar alguna que otra tarde de gloria. Cospedal también entra, que para eso es quien es quien en el partido, aunque me da que no era Defensa lo que ella querría y que más pronto que tarde se hartará de pasar revista a las tropas y de comer rancho costeado con los generales mientras Soraya, Méndez y Zoido se hartan de salir en los telediarios y se comen las horas de tertulia. Rajoy, aparte de eso, aprovecha para laminar al amortizado y ojeroso Fernández Díaz y se deja en el banquillo a su leal Morenés y al leído Margallo, ambos entrados ya en una edad propicia para leerle cuentos a los nietos y no para andar todo el día en un avión. Ficha, por eso de compensar, a la catalana Dolors Montserrat, hija de y de perfil no muy claro, y se lleva a Madrid a Íñigo de la Serna, alcalde de Santander desde la mocedad y figura emergente de los populares norteños. Nada sin embargo para Maroto ni para Levy ni para la alegre muchachada con la que el presidente dijo que rejuvenecía el partido. Tampoco muchos signos de revolución, que impropios serían. Todo por ver, en realidad, pero con algo claro: que aquí el que más se la juega es Rajoy porque en él está la clave de la legislatura. Lo demás, tan solo atrezzo.

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