Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

'Halloween party'

EXTRAÑAMOS a nuestros difuntos, y de paso honramos a los que figuran en el santoral como los mejores de la historia, a todos los santos sin excepción. Y así se celebra en estos días, y al alimón, a los finados y a la memoria de los canonizados, como país católico-aconfesional que somos. Para la inmensa mayoría, estos días no son sino un puente en el que relajarse, cultivarse o darse un garbeo por enclaves atrayentes más o menos lejanos. Si yo fuera niño o joven y me obligaran a elegir entre acudir al cementerio a adecentar una lápida y hacer una fiesta de disfraces y una ronda por el barrio dando sustitos, lo tendría claro. A los que ya no están se los recuerda con una frecuencia e intensidad que dependen de la huella que dejaron en nuestro corazón. Se los echa a faltar a solas o hablando de ellos con nuestros seres queridos, quizá a diario, y siempre en el aniversario de su triste marcha. Ésos son sus días, más que mañana lunes, día oficial de los Difuntos en el almanaque.

En un país con un calendario tan profuso de festejos religiosos, en una región en la que nos llevamos la palma en el regocijo de procesiones y romerías, resulta cansino que cada año se levanten voces contra la celebración de Halloween: "fiesta pagana" (como si no lo fueran casi todas en el fondo), "contaminación yanqui", "invasión cultural" y cosas peores se escuchan cada año contra el éxito de público de Halloween, no sólo en opiniones particulares, sino desde asociaciones de padres de alumnos cuya previsibilidad es mayor que la de la Luna en su órbita. Coherencia no falta, no. Ni ortodoxia ideológica.

Pero tampoco Halloween es lo que era o, en un tiempo verbal más preciso, lo que ha sido, dado lo reciente de su éxito aquí. Sólo los más pequeños siguen disfrazándose. Los jóvenes empollinados comienzan a pasar varios pueblos del engorro de los sombreros de banshee, las caretas de calaveras, los maquillajes espesos, las túnicas y demás parafernalia propia: prefieren verse monos y monas como cualquier sábado. Y hacer su botellón tranquilos. Porque, eso sí: la fiesta de Halloween vino para quedarse en su vertiente etílica. Prácticamente como cualquier romería, y que disculpen los romeros abstemios o moderados e íntimamente entregados a la religiosidad con su patrona en los días señalados. Que suelen ser más de una y más de dos fechas al año: para la fiesta, aquí, siempre hay tiempo. Que son dos días y, al final, santos, pocos; pero difuntos, todos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios