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Rafael Padilla

Hawking y Dios

12 de septiembre 2010 - 01:00

EL eminente astrofísico Stephen Hawking vuelve a ser noticia mundial. Con motivo de la aparición de su último libro -The Grand Design (El Magnífico Diseño) -, que "casualmente" llega a las librerías pocos días antes de la visita del papa Benedicto XVI al Reino Unido, han trascendido algunas de sus nuevas afirmaciones. Para Hawking, la creación del Universo fue una consecuencia inevitable de las leyes de la física: "Dado que existe una ley como la de la gravedad, razona, el Universo pudo crearse -y de hecho lo hizo- de la nada". Esa creación espontánea, sentencia, hace innecesaria la figura de Dios para que haya cosmos.

Su teoría se fundamenta en elementos combinados, incluso a veces incompatibles, de otras muchas, y desde luego, en su mayoría, altamente hipotéticos. Con todo, más allá del regocijo del ateísmo militante, de los millones de ejemplares que logrará vender y del espectáculo mediático que propicia, presenta graves objeciones. La primera y principal, la de su dudoso carácter estrictamente científico. Como se ha señalado, el origen absoluto del Universo, entendido como creación a partir de la nada, cae fuera de las fronteras de la ciencia: la nada absoluta no es un estado físico experimentalmente analizable y confundirla con "el vacío", que es algo muy concreto, ocupa espacio y alberga magnetismo, o con "la nada cuántica", amén de sospechosamente ventajista, un intento burdo de sustituir la filosofía por la física. Si de lo que se trata es de "expulsar al Creador", el razonamiento de Hawking resulta, en segundo lugar, fallido. Aun aceptando que el Universo se auto-creara a partir de leyes físicas, queda por responder a la cuestión del origen de esas mismas leyes: "¿cómo desde la nada absoluta podrían auto-originarse -las palabras las tomo de Aceprensa, en artículo publicado el pasado 3 de septiembre- las leyes de una Naturaleza que aún no existe, leyes que -en el mejor de los casos- coexistirían con la Naturaleza a medida que ésta fuese llegando a su existencia?". La conclusión obviamente en modo alguno descarta la figura de un "Hacedor", de un "Legislador", externo y kenótico al menos, y nos devuelve al campo del pensamiento filosófico.

O dicho de otro modo, Stephen Hawking sabe y puede llegar a saber de Dios exactamente lo mismo que yo. Sus elucubraciones, en este concreto asunto, son filosóficas o teológicas, pero no científicas, y como tal han de ser tomadas. Como la búsqueda desesperada, al cabo, de una salida que le permita sortear las fronteras de su disciplina y de su método.

¿Que renta? Pues sí; como aprovecha tanto hoy hablar mal de Dios y de la religión. Pero, francamente, ese es un aspecto que me interesa bastante poco. Disfrute Hawking de sus conjeturas, soberbias y dineros. De lo esencial, como siempre, seguimos sin más luces que las de la fe. Un don y una carga afortunadamente inexplicables.

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