Honestidad y fusión

La lectura de los que escriben artículos y entrevistas, son una fuente permanente de inspiración para mí

Los periódicos en papel forman parte del paisaje de mi casa desde que tengo uso de razón, como se decía antes, término éste que ya no se oye, no sé si porque la razón raras veces llega o porque cuando lo hace no se usa. Mi padre estaba suscrito a un diario de la mañana y otro de la tarde, cuando las noticias llegaban impresas y no existía ese patio de Monipodio que son las redes sociales, un corral de vecinos por muy global que sea. Comencé viendo las fotos y leyendo los deportes, más bien las páginas dedicadas a mi equipo de fútbol, hasta que pasados unos años alguien me animó a leer artículos y en ello andamos para mayor gloria de opinadores y columnistas.

Sigo comprando diariamente la prensa en papel, aunque no por ello renuncio a los adelantos técnicos y, además de comprarla, la leo. No soy como aquel bibliófilo que, ante la pregunta tópica de si había leído todos sus libros, respondió que bastante trabajo había hecho con comprarlos. Sí como decía García Márquez, para inspirarse basta mirar alrededor, la lectura de los que escriben artículos y entrevistas, son una fuente permanente de inspiración para mí, tanto que en ocasiones como ésta me dan el artículo hecho.

Dos palabras procedentes de sendas entrevistas de la contraportada de este diario han llamado mi atención en la pasada semana: honestidad y fusión. La primera la utilizaba un chef al referirse a la cocina actual. No creo que haga falta explicarle a los desocupados lectores cuál es un plato honesto y cuál no lo es. Abundan tanto los segundos que, más que gastrobares, experiencias gastronómicas o eufemismos similares, animo a que alguno se anuncie como restaurante honesto y, a ser posible, lo sea. Innovación y originalidad, pero sin camelo. Lo que decía el Beni de Cádiz: colaborar está bien, pero sin "trincá".

Y de lo segundo, ¡qué les voy a contar! El célebre músico jerezano Manuel Alejandro lo dejó muy claro el pasado domingo, para eso ha cumplido ya los ochenta y siete años, edad a lo que no merece la pena callarse: "La fusión en el flamenco es como esconderse, es no jugar limpio". Yo añadiría que no sólo ocurre esto en el flamenco, sino en otras esferas de la vida. Cualquier día fusionan la soleá con el arroz o la tortilla de patatas. Como aún me faltan años para los ochenta, me esconderé en la falta de espacio y dejaré que sean los inteligentes lectores los que saquen conclusiones.

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