Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Influencers

Son como las azafatas de los estancos que te ofrecen una marca asegurando que ellas mismas lo fuman

Mi amiga quiere ser influencer. Bueno: quiere tener la vida de esas semidiosas que ve por las redes y que le hace creer que es mejor que la suya. Un paraíso del consumo donde hacer viajes y vestir hermosas ropas en un día a día rodeada de cosas y entornos agradables en los que la vida parece mucho más grata, más fácil, más de los mundos del Hola con el que hace décadas soñaban las niñas bien y más aún las no tan bien.

Cuando mi amiga me muestra imágenes de esas chicas insultántemente monas y despreocupadas hasta yo quiero sus vidas. La mía del común no da para tantos lujos. Voy a pie al trabajo, desayuno en lugares sin tanto glamour y mi entorno no huele a Chanel ni falta que me hace. A veces siento algo de envidia, claro, pero como ocurre con todo lo que se ambiciona del prójimo me faltaba información de la otra cara, la oculta y menos glamourosa de lo que se ve en el Facebook o el Insta de los envidiados de turno.

Es un sinvivir. Parece que el estrés se come vivas a esas figuras de lo público con miles o hasta millones de 'followers'. La presión de mantener seguidores y seguir acumulando 'me gusta' es fuerte y además les obliga a producir a destajo y vivir solo casi para ese trocito de notoriedad en las redes.

Además, la informalidad de sus apariciones parece que está más que trabajada. No hay nada de espontáneo en esas imágenes en la intimidad. Verdaderos equipos de producción están detrás de ese desaliño que tiene más de márqueting que de frescura.

Depresiones; anorexias; ansiedad; y sobre todo falsedad. Porque realmente no dejan de ser promotoras de ventas. Les han cambiado el nombre, pero en esencia son como las azafatas de los estancos que te ofrecen una marca asegurando que ellas mismas la fuman.

Conocer la trastienda de esta gente que cotiza de autónomo y, como tales, son personas-empresa con la peor parte del patrón y del empleado me ha ido quitando las ganas de ser prescriptor de consumo a sueldo. A mi amiga creo que también le ha ido defraudando, aunque la presión ambiente que genera la Osorno o tantas otras reconozco que debe ser difícil de contrarrestar. Parecen ángeles inmaculadas, objetos del deseo por encima de la vida de nosotros los mortales aunque luego te enteras de que a sus vidas reales no les llega ni para ser simples demonios, que es a lo que ni llegamos todos nosotros.

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