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Desde la Caleta

Manuel Atencia Robledo

Juan Pablo II

EL pasado domingo en todo el mundo, especialmente entre los católicos, se vivió con gran alegría la beatificación de Juan Pablo II. Más de un millón de personas que ocupaban toda la Plaza de San Pedro y la Vía della Conciliazione asistieron a la ceremonia. 2.500 periodistas cubrieron el acto, que fue retransmitido por más de 1.500 televisiones y 250 radios de más de 100 países del mundo. Estás cifras nos dan una dimensión real del acontecimiento y de la persona del nuevo beato. Juan Pablo II es sin duda un personaje importante en la historia de la Iglesia católica pero, aún siendo esto muy relevante, por encima de todo ha sido la figura clave, la más importante me atrevo a decir, del siglo XX. Su pontificado ha hecho mucho bien a la Iglesia y al mundo entero.

Su nombre ya ha engrosado el catálogo de los santos y beatos honrados por la Iglesia. Pero la figura de Juan Pablo II trasciende a la propia Iglesia, integrándose en la lista de los hombres más importantes en la historia de la humanidad.

Su vida, además de ser un ejemplo de ejercicio heroico de las virtudes cristianas, lo ha sido antes de las virtudes humanas. Si analizamos su biografía vemos que vivió muchas contrariedades y dificultades, entre ellas la pérdida muy temprana de su madre y de sus hermanos, sufrió la persecución nazi y padeció también la sinrazón comunista. Más tarde, tuvo un papel muy relevante en el colapso del sistema comunista, por ser esencialmente inhumano. Pero no se quedó allí, también puso el dedo en la llaga del puro capitalismo y señaló que la pérdida del sentido de Dios y del hombre conduce a un nuevo materialismo práctico que genera el individualismo, el utilitarismo y el hedonismo en el que el verbo tener adquiere una especial relevancia. Desde una posición que antepone al hombre y a su dignidad, Juan Pablo II profundizó, amplió y ensanchó la doctrina social de la Iglesia, que tan útil está siendo al mundo moderno, y apostó por el Evangelio de la vida.

Hay una frase de Juan Pablo II que resume su pontificado: ¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo!, fueron las primeras palabras que, como Papa, Juan Pablo II lanzó al mundo el 22 de octubre de 1978. Fue un mensaje que repitió a lo largo de los años, como cuando decía: "¡No tengáis miedo a la verdad de vosotros mismos!", porque siempre exhortó a confiar en el hombre, desde la aceptación de su contingencia dirigiendo la mirada a Jesucristo, el único horizonte de esperanza. La expresión ¡No tengáis miedo a abrir de par en par las puertas a Cristo! se convierte en uno de los gritos más esperanzadores y revolucionarios del mundo contemporáneo.

Ese grito que nos lanzó Juan Pablo II sigue siendo válido y actual. Se dirige a todos, a los que creen, a los que buscan a Dios y, también, a los que caminan atormentados por la duda. ¡No tengáis miedo!

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