Por si acaso

pablo / gutiérrez-alviz

Leña al mono

LOS monos en general nunca me han llamado especialmente la atención. De pequeño me cansaban la mona Chita, el mono Amedio y hasta Magila el gorila. Mi opinión cambió cuando, ya adolescente, cayó en mis manos el interesantísimo libro El mono desnudo de Desmond Morris. Me sorprendieron tanto la fundamentada y contundente conclusión darwiniana de que no somos más que un mono con poco pelo, como el detallado informe sobre nuestra sexualidad. Además de la curiosidad intelectual, las hormonas bullían en mi interior. Entonces comprendí por qué King Kong secuestró a Jessica Lange (actriz mona de cara y muy atractiva). Ahora, al cabo de tantos años, recientes noticias nos quieren asimilar a los simios como si fuéramos unos meros monos sabios.

La aparición del primer "homo" se remonta a casi 2.800.000 años y entronca con los últimos primates australopitecus que ya eran algo homínidos. Curiosamente este reciente hallazgo se ha producido en Afar (Etiopía), no muy lejos de la meseta de (la) Guassa.

La famosa primatóloga Jane Goodall (en adelante Jane, como la mujer de Tarzán) abunda en nuestro cercano parentesco con los monos no sólo porque el ADN de estos animales apenas difiere un 2% del humano, sino porque los chimpancés pueden fabricar herramientas, experimentar emociones como la alegría y la tristeza, y también son capaces de participar en sanguinarias guerras entre ellos. Afirma que considera muy "sexis" a estos simios que, por otra parte, asegura que tienen mucho sexo, bueno y tranquilo.

Un compañero de Jane, el holandés de Waal, estudioso de los bononos, llega a proclamar que estos chimpancés enanos son cuasi humanos al mostrar altruismo y capacidad de consuelo con sus congéneres. De hecho, reconoce que una hembra (bonono, por supuesto) le dio un beso profundo con lengua y todo. Demasiadas cucamonas a una primate caliente.

Un profesor de la Complutense de Madrid centra el asunto y señala que la empatía es propia de la humanidad y que "no tenemos ni pajolera idea de lo que pasa por la cabeza de un mono". Algunos antropólogos se emborrachan con ciertas coincidencias y deberían dormir la mona. Pasan mucha hambre en África y quizá tienen "mono" de una simple mona de Pascua. No nos pueden reducir a pintamonas. No hay duda del proceso evolutivo, pero tanto ropaje científico no debe hacernos olvidar que aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

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