La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Macron, Lejeune y el aborto

Lejeune: "La calidad de una civilización se mide por el respeto que profesa al más débil de sus miembros"

A la vez que el papa Francisco aprueba el decreto que reconoce las virtudes heroicas del científico francés Jérôme Lejeune, Macron pide en su comparecencia ante el Parlamento Europeo que el aborto se incluya en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE para que "florezcan" los valores que unen a los europeos. "Somos la generación que vuelve a descubrir la precariedad del Estado de derecho y de los valores democráticos -afirmó-. Defenderemos el poder del Estado de Derecho en cada instancia, a través del diálogo, pero sin debilidad, porque (…) es el resultado de nuestra historia común". Buena forma de hacer florecer los valores que nos unen esta de matar fetos. Para Macron, y con él para casi todos los gobiernos europeos y una aplastante mayoría de ciudadanos, es una conquista progresista. Lo que no podrán negar es que el aborto es una forma de matar democrática y legal. Como lo fue la pena de muerte hasta su abolición en todos los países democráticos europeos (tan tardía en Francia: 1981) y lo es en 27 de los 50 estados de los Estados Unidos.

A esta forma legal y democrática de matar se opuso Jérôme Lejeune (1926-1994) desde sus convicciones cristianas y desde la ciencia. Porque trata de uno de los más importantes genetistas del siglo XX considerado uno de los padres de la genética moderna tras identificar en 1958 la trisomía del par cromosómico 21 que define el Síndrome de Down, abriendo así la vía a la citogenética. Dedicó su vida a los niños enfermos, buscando terapias eficaces contra las anomalías causantes de discapacidad intelectual e investigando su origen genético. La legalización del aborto en Francia le convirtió en un público defensor de la vida no nacida y le acarreó furiosos ataques. En su elogio fúnebre el gran hispanista Pierre Chaunu dijo: "Más honrosos aún que los títulos que recibió son aquellos de los que fue privado en castigo a su rechazo de los horrores contemporáneos… No podía soportar la matanza de los inocentes; el aborto le causaba horror. Creía (...) que un embrión humano es ya un hombre, y que su eliminación es un homicidio". Ganó el aborto. Perdió Lejeune. Y perdimos todos, incluso quienes creen que han ganado. Como bien dijo Lejeune: "Las cosas hay que decirlas claramente: la calidad de una civilización se mide por el respeto que profesa al más débil de sus miembros. No hay otro criterio para juzgarla".

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