Antonio Méndez

En Málaga no hay fronteras

SIEMPRE hemos querido que los Malagueños de hoy no fueran unos premios al uso. Sencillamente deseábamos identificarnos con algunas personas y agradecerles que nos hubieran hecho mejores. Y la forma de expresarles nuestra gratitud es invitarles a que salgan en nuestra portada el 31 de diciembre, en un brindis por Málaga. Esta edición la hemos celebrado en el auditorio del Museo Picasso. El alma de este edificio ha cambiado en diez años la vida de Málaga y ha permitido el reencuentro con su madre del mayor genio que posiblemente ha parido la provincia en muchos siglos.

Formulo una pregunta: ¿qué tienen que ver un ciudadano alemán, una madre y un hijo franceses, una mujer inglesa de Liverpool y otra española de Cambridge, un veterano de la capital y un joven de Rincón?

Dejamos atrás 2013. Razonablemente vemos argumentos para confiar en que las cosas irán a mejor, pero esta larga crisis ha sacudido las entrañas de la sociedad, se ha cebado con los más débiles y ha acrecentado la desigualdad. Igual que cuando se desencadena un cataclismo, los fenómenos adversos nunca llegan solos. Y a la lacra del paro hay que sumarle la de la corrupción, la segunda preocupación más importante hoy para los españoles. El resultado de esta combinación mortal es la desconfianza general en este sistema y en sus principales actores. Todos debemos asumir nuestro grado de responsabilidad para detener esta caída por el abismo social.

Un periódico debe contar historias. A veces terribles, como la de Estefanía y su hijo Aaron que perdieron la vida en un doble asesinato machista en La Luz. Otras increíbles, como ese error del Materno que intercambió dos bebés. Historias esperadas, como la sentencia del caso Malaya. Historias para no dormir, con el nuevo aplazamiento del Metro. Y en ese tejer y destejer de proyectos, una historia interminable como la de los Baños del Carmen.

Ha sido el año en el que Málaga desbordó la ilusión al acariciar esa semifinal de la Champions aunque el final de los cuentos de las Mil una Noches nos dejan ahora un poso de incertidumbre. En 2013 el turismo ha mostrado su verdadero músculo. Y aunque el desempleo es desolador, en Málaga hay ahora casi cien mil personas que han resuelto enfrentarse a los desafíos laborales como trabajadores autónomos.

El futuro no tiene por qué depender de los demás. Que se lo pregunten a José Campos y sus bodegas El Pimpi y esa frenética lucha por reinventarse sin perder las esencias, las de sus tertulias y sus barriles. La golfista Azahara Muñoz empieza a cosechar triunfos. Pero nadie como Miguel Ángel Jiménez, que tan sólo hace unos días se convertía en el vencedor más veterano de un torneo de golf. El balonmanista y ahora entrenador Antonio Ortega llena pabellones en Hungría . Carolina Navarro acapara los títulos en padel.

Carlos Cerezo es un joven que fue número 1 en la Selectividad de Málaga y es número uno en Harvard en su promoción de arquitectos. El maestro del colegio más antiguo de la Palmilla se llama Pepe López y no ceja en su empeño de derrotar al absentismo. Incluso prepara a los padres de los alumnos, muchas veces demasiado jóvenes, con un resultado que seguro no recogerá el informe Pisa. O la labor incansable de los Ángeles de la Noche o ese Banco de Alimentos. O Dani Rovira, un grande de la escena capaz de buscar fondos en Madrid para el asilo de los Ángeles o citar en el Alameda para convertir diez funciones en diez causas por las que luchar.

A veces hay que luchar por el amor, como le ha pasado a José María Ruiz Lizana, el alcalde de Alfarnate que ha emprendido nueva vida en Panamá a la espera de la llegada de su hijo, y siempre por convicción si la causa es justa. Así sucedió con Irene Garrido, que quería simultanear Piano y Canto, pero una norma se lo impedía. Su tesón permitió que la Junta cambiara esa norma para que pudiera cursar los dos instrumentos. Los tiempos han cambiado y el consejero de Educación, Luciano Alonso, le comunicó en su página de Facebook la buena nueva. Muchas historias y muchas personas con méritos en 2013. Pero nosotros apostamos con cinco.

Los Malagueños de hoy los concede la redacción de este periódico, menos en un caso, el premio a la excelencia en el trabajo que otorga un jurado. En una entrevista reciente proclamaba que está encantado con que los rusos vengan a Marbella. Aunque a los doce años salió de su castillo familiar en Alemania llevando las riendas de un coche de caballos para huir del ejército soviético. Su familia quería que fuese banquero o diplomático. Y él acabó en la escuela de hostelería de Lausana en Suiza.

En su vida se cruzó el príncipe Alfonso de Hohenlohe y decidieron convertir un cortijo andaluz, la finca Santa Margarita, en uno de los grandes símbolos de la industria turística de la Costa del Sol en las últimas cinco décadas: el Marbella Club, del que sigue siendo su asesor más especial. "Él mandaba a los mejores clientes y yo entendí lo que querían", resumió en otra entrevista la simbiosis entre los dos personajes. Y por allí pasaron todas las celebridades de Hollywood y buena parte de la realeza europea.

Ha cruzado el mundo, pero siempre ha vuelto a su paraíso, a Marbella. No llevó bien la moda del topless en el Beach club del hotel, lo que le costó algún disgusto serio con la propiedad. Y en esta época globalizada todavía cree que hay clientes a los que se les puede buscar de uno en uno. Rudolf Graf von Schönburg es uno de los pioneros de Marbella, el referente de una época, también de excesos, al menos en algunas de las famosas fiestas en las que participó, y cuentan que es la persona que mejor entiende el concepto de jet set. Ahora, junto a su mujer, la princesa María Luisa de Prusia, mantiene una participación activa en las fiestas, pero la mayoría son solidarias. La Costa del Sol demuestra que su futuro sigue intacto, entre otras cosas gracias a la excelencia en el trabajo de personas como el conde Rudi, Malagueño de hoy 2013.

Y de la costa occidental a la Axarquía. Más de medio siglo de diferencia con nuestro siguiente protagonista, que tiene 29 años, pero desde luego a él tampoco le importa cruzar el mundo para perseguir un objetivo y cumplirlo. Porque desde Rincón de la Victoria a Hawái, hay unos 12.000 kilómetros y hasta allí se fue para nadar 1.500 metros, luego recorrer casi 40 kilómetros de caminos de tierra en una bicicleta de montaña y correr finalmente campo a través otros diez kilómetros.

Así se entretuvo durante 2 horas, 34 minutos y 34 segundos Rubén Ruzafa, en la paradisíaca isla de Maui. Claro que él no quería hacer turismo sino recuperar el cetro del mundial de triatlón del circuito Xterra, como hiciera por primera vez en 2008, cuando tenía 24 años. El malagueño, campeón de España también de Triatlón cross, cuenta por triunfos o medallas todas sus competiciones en este año y es casi un héroe en Rincón, incluso el pabellón municipal llevará su nombre.

En Málaga hay muy buenos deportistas, pero casi todos los titulares los acapara el fútbol y en menor medida el Unicaja. Por eso hemos querido hacer justicia con esos otros atletas, que tras muchas horas de esfuerzo sólo obtienen la recompensa de vencer los desafíos que le impone su propia voluntad de superación.

Y hemos querido hacer justicia con él personalmente. Si cuando logró su primer campeonato con 24 años no nos fijamos lo suficiente, esta vez reparamos aquel error. "Lo voy a recordar con un buen año, cosas buenas y malas, pero las buenas ganan, dan ganas de continuar pedaleando, corriendo, viajando, nadando, conociendo gente, ganando o perdiendo, aprendiendo, participando, riendo y llorando, pero sobre todo de seguir disfrutando de la gente que te rodea", escribía Rubén en su blog el 29 de diciembre de 2008, y a la vista del balance desde entonces, esta filosofía de vida le ha dado más que resultados a esta Malagueño de hoy 2013.

Es posiblemente una de las palabras que pese a los indudables avances nos infunde más terror: cáncer. Y esta ONG escogió, cuando nació en 1992, el camino más difícil: ayudar a los pacientes con una enfermedad en fase avanzada y sin posibilidad de curación. Cudeca va asociada a su creadora, la británica Joan Hunt, que decidió poner en marcha esta iniciativa tras la muerte de su marido a causa de un tumor cerebral. Venía a la Costa del Sol a disfrutar de una jubilación dorada, ella tenía entonces 62 años y no sabía que había llegado a Málaga para emprender el proyecto por el que será reconocida de por vida.

En la carta de presentación en la web de Cudeca dice: "No podemos alargar la vida, pero nuestros cuidados especiales pueden dar vida a esos últimos días". Y les aseguro que es así. He conocido casos historias terribles, de las peores que les pueden suceder a unos padres, como afrontar que perderá a un hijo, y el testimonio de gratitud por las atenciones recibidas, les ha ayudado a recobrar una cierta paz interior tras el terrible golpe de la vida.

Cudeca vio la luz en una pequeña consulta externa de pacientes. Ahora es un centro integral de cuidados paliativos que se asienta en Benalmádena. Y su motor son cientos de voluntarios. Con gastos que superan los más de 2,5 millones de euros y con un 90% de ingresos que corresponden a donaciones privadas, ésa es su auténtica lucha. Los pacientes que atienden de forma totalmente gratuita no pueden esperar una segunda oportunidad.

Y si Joan Hunt tiene que pronunciar una palabrota para conseguirlo lo hace y ese ímpetu lo ha transmitido a toda la organización. Marisa Martín fue la médico de Fred, el marido de Joan Hunt, al que atendió en Cruz Roja. Como Joan también nació en Inglaterra, ella en Cambridge, pero sus padres son españoles. Y de alguna manera fue su conciencia. Le dijo que el proyecto que quería construir, en Málaga era imposible. Afortunadamente se equivocó. Ahora es la gerente y directora médico de Cudeca

No hay nada especial en este 2013 ni para Joan, ni para Marisa ni para Cudeca, porque todos las jornadas son especiales para muchos pacientes y sus familias, porque pueden ser las últimas. Cudeca merecería ser Malagueño de hoy todos los años, todos los meses, o todos los días o cada vez que logra mitigar el sufrimiento de una persona.

Posiblemente una de las personas que quizá sepa mejor cómo piensa Rafael Nadal es este ingeniero industrial. Aunque desde luego no comparte generación: él tiene 76 años, pero hasta en la azotea de su empresa se ha hecho instalar una pista para poder practicar. Tal vez porque en este negocio tan competitivo tienes que adivinar por dónde lanzará las bolas tu contrario y cuando tú logras devolvérselas tienes que borrar las líneas de su campo.

242 millones de facturación este año, presencia en 63 países y 150 tiendas propias, dan cuenta de que nuestro protagonista no sólo sabe jugar al tenis. Sin embargo es uno de los personajes más desconocidos para el gran público malagueño y no sabemos si lo que mejor maneja es el drive o el revés, aunque a estas alturas sólo necesita saque y volea para ganar los partidos. Bachillerato en Maristas, ingeniero industrial textil en Tarrasa, cuando se dio cuenta de que lo que conocía no era suficiente amplió estudios en Harvard y en el Instituto San Telmo.

Relata que comenzó a exportar en 1970 y para ello se llevó una maleta con un muestrario hasta Alemania. Hasta que perdió un pedido porque su contrincante realizó una oferta 15 céntimos más barata que la suya y decidió fabricar para su propia marca. Ahora producen en el Magreb, Turquía o Asia, pero crea desde Málaga. Y desde luego aprendió alemán. Fue jefe de división de acabados en Intelhorce y la empresa de la que es santo y seña acaba de comprar la parcela de esta antigua y añorada fábrica textil. Es como si se pudiera rescatar a tiempo ese pasado de una Málaga industrial que pensamos había desaparecido, para construir un futuro desde aquella firme raíz.

Porque el nuevo proyecto que se asentará en aquellos terrenos posiblemente verá completamente la luz dentro de ocho años. Además, en sus ratos libres también preside la Fundación Málaga dedicada al desarrollo cultural de esta provincia. La empresa que puede exhibir con orgullo nació con las 7.000 pesetas que su abuela le entregó a su padre gracias a unos ahorros. El legado que Rafael Domínguez de Gor dejará a sus hijos y a esta sociedad se resume en una palabra: Mayoral

Muchas veces tenemos la costumbre de no valorar lo suficiente un gesto capaz de cambiar parte de la historia de una ciudad, de inyectarnos una gran dosis de autoconfianza, de restañar unas heridas que pensábamos eran tan profundas que no tenían cura. De devolverle un hijo a una madre que en realidad se sentía madrastra. Y se me ocurren multitud de ejemplos más para comparar qué supuso la decisión de Christine y su hijo Bernard, nuera y nieto del artista, de que Picasso regresara a su ciudad natal. Ahora es el emblema de Málaga, no de su pasado sino de su presente y, más aún, de su futuro. Ha cambiado para siempre la identidad de ciudad turística, añadiendo de una vez por todas un marchamo de calidad cultural.

Aquí están las 233 obras que figuran en la colección permanente, complementadas por otras 43 piezas en una cesión temporal. Y lo que empezó siendo un mero deseo formulado en boca del propio Pablo Picasso, como respuesta al tesón que desde Málaga ejercieron visionarios como Juan Temboury ya en los años 50, es hoy una realidad incontestable.

Hay varios museos Picasso en el Mundo, otras pinacotecas muestran algunas de las mejores obras del genio malagueño, pero sólo en Málaga está el museo Picasso y de los Picasso, un binomio ideal que otorga a esta pinacoteca el valor añadido que le hace diferente al resto.

El Picasso es todavía una instalación cultural muy joven, pero ha demostrado su capacidad para transformar su entorno, revertir estados de opinión e insuflar una ilusión creciente por la Cultura. Es la piedra angular que permite que puedan llegar nuevos proyectos sin que nada chirríe, porque aquí está el original. Es bueno que proclamemos que nuestra deuda con los Picasso no está saldada, que aunque pasen los años, son muchos los intereses que se generaron con aquel gran acto de generosidad y que la página del agradecimiento por lo conseguido no debemos pasarla nunca, sino renovarla cada vez que podamos.

Por eso hoy, diez años después, apenas dos meses desde ese décimo aniversario, con más vigencia si cabe que hace una década, y aunque haya tenido que ser el Financial Times el que nos recuerde que este museo ya es tan malagueño como la calle Larios. Christine y Bernard Ruiz Picasso son Malagueños de hoy 2013.

Al principio de este artículo formulaba una pregunta: ¿qué tienen que ver un ciudadano alemán, un madre y un hijo franceses, una señora inglesa y una española nacida en Inglaterra, un veterano de la capital y un joven de Rincón? Creo que ya tienen las claves de la respuesta. Todos tienen en común Málaga y nosotros la suerte de tenerlos porque gracias a ellos este año también hemos sido un poco mejores.

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