Novedades 'Málaga Hoy' estrena canal en WhatsApp, síguenos

Balsas de piedra

ANTONIO DAPONTE

Malditas sean las guerras

En 1995 un equipo profesional de la Escuela Andaluza de Salud Pública fuimos enviados a Mostar, en Bosnia-Herzegovina, para participar en el programa de reconstrucción del país emprendido por la Unión Europea, tras la guerra de los Balcanes. Nuestra misión consistió en evaluar los daños causados por la guerra a los servicios sanitarios, valorar las necesidades de la población, y planificar y organizar la reconstrucción de dichos servicios. En Ucrania, invadida por Rusia, podemos contar con que hay daños similares a los habidos en Bosnia, y cuya intensidad dependerá del tiempo que dure el conflicto. Los efectos más obvios de una guerra son las muertes de personas. Además, consustancial al uso de artefactos explosivos, es que un gran número sufrirá amputaciones y otros traumas, que les dejarán secuelas de por vida. Habrá efectos importantes y duraderos sobre la salud mental, no sólo por la mortandad, las angustias o el pánico que causan los tiros y bombardeos, sino también por la destrucción de las vidas de la gente. En la guerra de Bosnia, la violación de mujeres fue una estrategia sistemática practicada principalmente por las fuerzas serbias. En Ucrania comienzan a denunciarse hechos similares.

También habrá otros efectos indirectos. La disrupción del normal funcionamiento de los servicios sanitarios o la falta de componentes médicos y de productos farmacéuticos afectan seriamente a la prestación de la asistencia sanitaria, lo que podría constituir un riesgo vital para las personas con enfermedades crónicas o para la población vulnerable. La salud pública también se verá muy afectada. Así, la interrupción de la usual gestión de residuos en las zonas de conflicto, sumado a la contaminación química que causa la munición utilizada -sin entrar a considerar el uso de armas químicas o bacteriológicas- conlleva la contaminación de las aguas de consumo y de espacios naturales o urbanos. Por ello, el riesgo de intoxicación química o bacteriológica es muy elevado.

Además, la falta de electricidad y la destrucción de empresas e infraestructuras alimentarias produce la ruptura de las cadenas de frío y de los sistemas de conservación de alimentos, aumentando enormemente el riesgo de brotes de intoxicaciones. Si la guerra se prolonga en el tiempo, se añadirán otros problemas. Por ejemplo, el exilio de miles de profesionales -entre ellos, sanitarios- de las zonas en conflicto supondrá un recorte de recursos justo cuando más se necesitan.

Por todo ello, cualquier sanitario podría repetir "malditas sean las guerras y los canallas que las hacen", como dejó dicho don Julio Anguita.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios