La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Melina y Manos, un recuerdo

Melina Mercouri cantando a Manos Hadjidakis. Todo es azul y blanco griego de cielo, mar y cal

Música de Manos Hadjidakis un día claro, frente a una mar turquesa, bajo una luz tan pura que parece recién creada. La mar no es mediterránea y la luz no es griega. Pero no importa. Allí donde Hadjidakis suene, si estamos tierra adentro y es invierno, parece oírse un rumor de olas y los nublados se convierten en días claros; y si estamos frente al mar, que es dónde mejor se le escucha, este, sea cual sea, es siempre azul y blanco griego de cielo, mar y cal. Él y Nino Rota son los músicos con los que mantengo una relación más larga en el tiempo. En mi casa niña de Tánger mi padre tenía los singles con las músicas de Nunca en domingo y La strada. Y cuando me llevaba al Café de París de la Plaza de Francia ponía en el juke-box a Melina Mercouri -qué maravillosa voz rozada por miles de cigarrillos y madrugadas- cantando Los niños del Pireo (que Hadjidakis llegó a odiar a causa de su éxito universal, harto de que se la pidieran una y otra vez).

Más de 60 años hace que me acompaña Hadjidakis, el más grande de los músicos griegos que han trabajado para la canción, el teatro y el cine (porque lo tengo por más grande que al más reconocido Theodorakis, también grandísimo), empeñado en recuperar, actualizar y traer a la contemporaneidad la música griega tradicional. Prácticamente toda mi vida que en parte él, Rota y otros han hecho, visto que la mayor parte de ella la he dedicado al cine y sobre todo a la música de cine (José María Mellado Damas y yo no logramos traer a Hadjidakis a los Encuentros de Música de Cine: mover la Orchestra ton Chromatron que creó para difundir la música griega y su propia obra, con María Farantouri como solista y Melina Mercouri -que por aquel entonces era ministra de Cultura en el Gobierno socialista griego- como invitada de honor, excedía nuestras posibilidades).

Murieron Melina y Manos en marzo y junio de 1994. Pero aquí están, ahora mismo, sonando mientras escribo, vivos en su música. Como bien dijo el propio Hadjidakis: "A las personas que se han ido, pero permanecen vivas, las tenemos a diario cobijadas en nuestro interior y las llevamos dentro a lo largo de toda nuestra vida". Ojalá los hijos y nietos de quienes hemos vivido con ellos para que después ellos vivan en nosotros ofrezcan cobijo a esta luminosa, humana, feliz e hiriente música que no hace sino crecer con el tiempo. Está en Spotify. Denle una oportunidad.

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