Melkart

Mil años separan la fundación mítica de Gadir de la famosa visita de César al santuario de Hércules

Tradicionalmente ubicado en lo que hoy es el islote de Sancti Petri, el templo de Melkart ha vuelto a la actualidad de la mano de una propuesta que lo sitúa no lejos, en el Cerro de los Mártires de San Fernando, conjetura de momento indemostrable -nada visible ha quedado de lo que fue un lugar ampliamente citado por viajeros, geógrafos e historiadores, que por su situación al extremo occidente de la cuenca mediterránea marcaba el límite del mundo conocido-, pero no extraña para quienes conocen la zona, aunque algo perderíamos si se confirmara que no estuvo donde siempre hemos creído. La erosión y el movimiento de las costas han alterado el mapa del archipiélago -las Gadeiras, formadas por las dos ínsulas que se fundieron en el Cádiz actual más la del León, en la misma bahía- donde se localizó la que ha sido llamada y probablemente fue la ciudad más antigua de Occidente, tal vez no en origen una ciudad o una sola ciudad, como sugiere la profusión de vestigios no limitados a un único emplazamiento. Mil años separan la fundación mítica de Gadir, poco antes o poco después de la legendaria guerra de Troya, de la famosa visita de Julio César al santuario de la divinidad que los griegos asociaron a Heracles, el "Hércules gaditano" cuyos restos o cenizas eran veneradas en un enclave, finisterre del Atlántico Sur, al que acudieron también Aníbal y muchos otros personajes célebres de la época clásica. Dios patrono o tutelar de la ciudad de Tiro, Melkart, explican los estudiosos, fue en principio un dios agrario que por obra de la impresionante expansión de los fenicios en la edad arcaica se transformó en protector de la navegación y el comercio, aunque su posterior asimilación con el héroe elevado a la inmortalidad, una de las personalidades más ricas, complejas y cambiantes de la mitología helénica, multiplicó sus dones y cualidades hasta lo inabarcable, convirtiéndolo en una figura sincrética con elementos fenicios, griegos y romanos, pero también egipcios, a juzgar por la iconografía de algunas de las estatuillas de bronce que lo representan, entre ellas el valioso conjunto hallado en las propias inmediaciones de Sancti Petri. Poco tendría que ver el culto de los fundadores tirios con el de los colonos griegos, cartagineses o latinos, pero hasta la decadencia del Heracleion en la Antigüedad tardía, cinco siglos después de la visita de César, pasó el mismo tiempo que desde la caída de Roma hasta hoy, mucho más del que tienen las catedrales o mezquitas más antiguas. Y es por eso que el espacio fundacional, especialmente al declinar el día, cuando el sol se pone tras la lóbrega silueta del castillo, sigue conservando algo de sagrado.

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