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POR los años 50 yo empezaba a pintar. Mi amistad con Don Andrés Oliva Marra-López me dio la oportunidad de hacer escenografías para el Grupo de Amigos del Teatro del Conservatorio de Música de Málaga, del que Don Andrés era director. Frecuentando tan interesantísima sede, me di cuenta de las carencias que tenía con respecto al conocimiento de la música clásica, su historia y su evolución. Sin pensarlo, recurrí al director titular de la orquesta de cámara, don Pedro Gutiérrez Lapuente, pidiéndole que me ayudara a solucionar el problema. El maestro me dijo: "Trabajo por las noches como programador en RNE en mi estudio de Muelle de Heredia. Puedes venir a la discoteca de once a una y te programaré organizadamente unas audiciones". Empezando por El mercado persa de Albert Ketelbey hasta las Sonatas de Bèla Bartok, pasando por sinfonías, conciertos, óperas, etc., fui varios años asiduo a nuestra cita musical. Aún hoy agradezco el hecho de haber hablado con don Pedro recordando con gran cariño la dedicación y cuido que tuvo para conmigo.
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