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Olona, ola y resaca

Olona no debe ni aparentar, aunque no sea verdad, que se ha marcado un Arrimadas barroco

Ahora que cunde la pereza de volver al trabajo tras las vacaciones pero todos la vencemos, se me entenderá mejor. Querría no tener que escribir de Macarena Olona y guardar silencio sobre su enfermedad, su marcha, su camino de Santiago y sus inmediatos deseos de regresar. Pero me impele el deber profesional. Hablé de la gran ola inmensa (la olona) que sería su candidatura, ay; luego, de su campaña insegura; después, de unos resultados que no eran tan malos como parecían (el único partido que no bajaba ante el maremoto de Juanma Moreno) y, finalmente, de cómo su dimisión ha creado la falsa percepción de un fracaso de Vox. Sería muy raro que no comentase ahora los últimos pasos.

Lo primero, alegrarme de que el diagnóstico haya resultado tan benigno. Los síntomas de un hipertiroidismo sin identificar pueden asustar muchísimo, sin duda; y sin embargo la enfermedad es fácilmente controlable, por suerte.

Otra cosa es esta resistencia a abandonar la vida pública cuando la que dimitió ayer no más fue ella. Una de las mejores cosas que se pueden hacer en esta vida es el camino de Santiago, pero ¿es aconsejable convertirlo en un evento público? Quizá sí sea una buena manera de proclamar a los cuatro vientos que se está dispuesta a reemprender la senda del servicio público.

Eso es perfectamente legítimo, aunque hay algo que yo no veo y algo que me voy a permitir aconsejarle. No veo, como en la campaña, lo formal. Volver a decir: "Soy un toro deseando salir a la plaza", mal. No era una metáfora afortunada entonces (convertía a Juanma Moreno en un matador a portagayola) ni mucho menos lo es ahora, porque evoca en nuestra memoria colectiva la campaña andaluza.

En cambio, la frase de que está deseando "volver a sudar la camiseta pública" está mejor. Connota ganas de trabajar y cierta humildad. Si es la actitud, me voy a lanzar a dar un consejo no pedido. Yo cumpliría mi(s) palabra(s): 1º) la de reintegrarme a la abogacía del Estado y 2º) la de no dejar Andalucía. No beneficia al prestigio de Macarena Olona dar repentinos tirones, como un mar con resaca. No puede ni aparentar, aunque no sea verdad, que se ha marcado un Arrimadas barroco y, que al final -con la voluta de la enfermedad y la dimisión de por medio-, se sale de Andalucía para entrar por Madrid. A la política la llamaron por su trayectoria profesional. Para regresar, puede esperar a que la rellamen trabajando en Andalucía.

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