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Juanma Moreno piensa que su mejor campaña es no hacer campaña. Sólo proyecta imágenes malintencionadamente glamurosas, como la foto con el Rey que la Junta Electoral le ha censurado con toda razón, o inofensivamente tontorronas, como la de la vaca cordobesa. No debate con nadie, ni siquiera cuando participa, por obligación, en un debate preelectoral.
Las encuestas le dicen una y otra vez que su gestión ha sido aceptablemente buena para una mayoría de andaluces y que el candidato socialista no levanta cabeza, de modo que se ve legitimado para pedir una prórroga de su Gobierno tranquilo, mayormente en solitario, pero sin hacerle ascos a una reedición de la coalición con Ciudadanos, por si los de Juan Marín resucitaran de su prolongada agonía.
El caso es que la segunda y la tercera fuerza política en liza están ayudando, sin querer, a que Moreno pueda alcanzar su sueño de mayoría suficiente para un Gobierno monocolor del PP. El PSOE insiste demasiado en la idea de que el pacto con la ultraderecha está apalabrado. Trata así de movilizar a los 400.000 antiguos votantes socialistas que se abstuvieron en 2018, pero el llamamiento quizás sea contraproducente: dado que más del 15% de sus electores dudan entre volver a votarles o hacerlo por el PP y dado que Juanma no para de expresar su deseo de gobernar en solitario, ¿no estarían tentados muchos a deslizarse hacia el PP para que no dependiera de Vox? Tampoco favorece a los socialistas su reiterada voluntad de no abstenerse para dejar paso a la investidura de Juanma. Parece como si más que frenar a Vox quisieran echar a Moreno en sus brazos. Si esto lo percibiera así parte de ese electorado moderado y centrista, el voto útil del espectro socialista engordaría al PP.
Y no digamos el del Vox más templado. Que existe. Mucha gente se viene decantando por Vox no por motivos ideológicos, por el españolismo y la tradición, sino por su malestar y frustración ante la incapacidad de la política tradicional frente a problemas económicos, sociales y de seguridad. Ahora bien, conforme se va conociendo a Vox se entiende más que con voces destempladas no se soluciona nada, que ningún mitin patriótico puede sustituir a las recetas que se esperan para resolver las crisis y que Vox todavía no ha gestionado nada en Andalucía como para servir de referente a nadie. Mejor confiar en un conservador menos radical y más fuerte, dirán.
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