Félix Godoy
José María Muñoz no puede seguir al frente del Málaga CF
Ven? ¡Ya me he quedado antigua! Estoy desactualizada, me he vuelto una viejoven. Dicen: millennials, dummies, hater, manspreanding, gordiflaco, lol, techo de gasto, portabilidad, resiliencia, vapear, desestreñir e intento -sin éxito- disimular mi cara de "¿Mande?". Esto va demasiado rápido, a mí las últimas que se me han quedado han sido postureo y balconing. El otro día me propusieron hacer un mannequin challenge y por supuesto dije que nanay, no vayamos -como decimos en Oriente- a pollillas.
Hay palabras frescas, verbos en ascuas, giros y expresiones dichas y hechas en la calle, con la gracia y el acierto del uso corriente del lenguaje, que brotan de la lengua suelta de sus parlantes, del habla libre, su ritmo y chisporroteo. El español es ancho, variado, inmenso: potentes expresiones del inglés en Cádiz, Huelva o Almería; peculiaridades lingüísticas de Sayago o de Tabasco; variantes de las sierras todas; palabras de cada pueblo, gitanismos, arcaísmos, calcos gramaticales del aimara, quechuismos, el mapa del cariño en cada diminutivo, tantas maneras de nombrar la pena o la lluvia… La lengua es rica por deslenguada, bella por viva y viva por no aceptar sus hablantes -no todos, no del todo- lenguajes estabulados, impuestos u oficiales.
Sucede que, de un tiempo a esta parte, a la estandarización del idioma -medios de comunicación a través-, se ha sumado este aceptar sin cuestionamientos, como lenguaje natural, jergas medio técnicas y palabras creadas con intereses políticos y económicos, que desarman el lenguaje corriente, su eficacia y su razón común. "Gestión de las emociones", llaman ahora a este aviarse una como suele el corazón y la cabeza, o "rescate bancario" a la desvergüenza. Y tuiteamos y somos instagramers y queremos salir de nuestra "zona de confort"… Queridas, vamos a hermanecernos, pero no pienso llamarlo sororidad, ya encontraremos una expresión corriente, precisa y preciosa.
Si -menos la cojera- todo se pega, habrá que arrimar la oreja a la gente y soltar por nuestra boca, con mucha idea y mayor consciencia, palabras con gracia y sentido, o al menos dejar de repetir -o hacerlo con retranca, descapitalizándolos, descapullándolos- palabros sutilmente impuestos. "Cada día que pasa se pierden cien palabras", escribe Verónica Aranda. Cada una de ellas nos vale más que mil tecnicismos y palabros precocinados, que ni avivan el seso ni despiertan ni nada. Edicto: Declaro oficial la lengua de la calle.
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