La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Pedro confirma el voto del 23-J

Es dificilísimo cambiar una sólida tendencia de voto con un debate electoral, pero Sánchez lo hizo imposible

Está más que comprobado: es muy difícil alterar en una campaña electoral el sentido del voto de las grandes mayorías de la población. Es dificilísimo conseguirlo sólo ganando un debate. Pedro Sánchez lo hizo directamente imposible en su cara a cara con Feijóo.

Ocurre así porque el voto de la gente se va cociendo a fuego lento durante toda la legislatura que llega a su final. No es flor de un día, ni se improvisa ni se decide en dos semanas frenéticas de propaganda. Ni siquiera una pequeña parte de los que se declaran indecisos lo son realmente. No se pasa página de los errores de quienes gobiernan y de quienes aspiran a sustituirlos a voluntad de parte, imponiendo por decreto el olvido o el interés de cada suceso, medida, ley o política concreta. El poso queda y va configurando la opinión colectiva en un proceso lento, pero seguro, que raramente se aborta en campaña.

Cuando el proceso va en serio y arraiga en la sociedad se hace tendencia probablemente irreversible. Ahora la tendencia es favorable a los valores conservadores y contraria a los valores progresistas en su modalidad populista. Se vio en las anteriores elecciones de Galicia, Castilla y León y Madrid, y sobre todo en Andalucía (2022). Se reafirmó rotundamente en las municipales y autonómicas de hace mes y medio. Se consagrará el día 23, en las generales, convertidas objetivamente por Sánchez en la segunda vuelta de las de mayo al precicipitar su celebración.

Lo hizo pensando, ilusamente, que su lógico protagonismo personal –¡ya lo tuvo, impropiamente, en la campaña de mayo, y se sabe el resultado!– bastaría para revertir la tendencia, su debate con el gris Feijóo sería suficiente para darle la vuelta a todas las encuestas (las de Tezanos son chistes a precio de oro) y la mera enumeración de los logros de su Gobierno en materia económica y social taparían los fallos a los que se agarra una oposición radical bajo la batuta de la ultraderecha reaccionaria, xenófoba y misógina.

Pero está tan pagado de sí mismo y es tan soberbio que quiso centrar el debate en su persona, en su figura deteriorada por el voto de Txapote y el Falcon, que sacó a pasear sin ton ni son, en vez de rentabilizar, por ejemplo, su impecable actuación en la guerra de Ucrania y la OTAN, quizás para no incomodar a sus socios de pacifismo rancio e hipócrita. Lo hizo nervioso, faltón y lastimero. “Me encontré con un tono bronco distinto al que esperaba”, dijo el jueves. Pedro, ¡que lo vieron seis millones!

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