Hace poco más de un año el gobierno decretó el estado de alarma debido a la pandemia del COVID. La reacción de la población fue una reacción solidaria: aplausos para los sanitarios, cuidados a los colectivos más vulnerables, reparto de alimentos, etc. Hasta el gobierno consensuó unos ERTE, aprobó el ingreso mínimo vital, subió el salario mínimo, pero la burocracia ralentizó las ayudas. La crisis económica provocada por la pandemia volvió a cebarse con los colectivos más vulnerables.

Después del tiempo pasado, la situación de carencia material de los hogares españoles ha crecido el 50 por ciento. El panorama es sombrío. En nuestro país cuatro de cada nueve hogares sufre pobreza severas: las familias que están en esa situación no pueden permitirse una semana de vacaciones al año, no pueden permitirse una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos dias, no pueden permitirse una temperatura adecuada en su vivienda, no tienen capacidad para afrontar gastos imprevistos, no disponen de coche, teléfono o de una lavadora.

La renta media por persona de esta población pobre es de 317 euros al mes y es aun más baja entre los hogares pobres con menores: 278 euros al mes. A estos datos hay que añadir el aumento de la desigualdad en España, la tasa de desigualdad de nuestro país es la quinta más alta de la Unión Europea. Esta desigualdad genera pobreza, falta de oportunidades, exclusión social, ruptura de la cohesión social, falta de asistencia sanitaria, desahucios y abandono escolar. En definitiva, los ricos son más ricos y los pobres más pobres, incluso en una situación de pandemia.

La solución no puede venir sólo de la caridad individual, de la iniciativa solidaria de personas y ONGs. Es necesario un cambio de mentalidad que coloque la dignidad de las personas en el centro de la vida, un cambio de mentalidad que se aleje del tener egoísta e individualista y se centre en el ser solidario y comunitarista. Si no empezamos a luchar y a erradicar la pobreza, mañana nos puede tocar a nosotros. Y entonces tal vez ya sea tarde para cambiar.

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