NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
LOS voyeurs, vulgarmente conocidos como mirones, están de enhorabuena. Si usted, malandrín o malandrina, quiere golosinearse con carnes ajenas que se solazan en la playa o en las piscinas privadas, con toda tranquilidad y delante de su propio ordenador y sin arriesgar recibir un oprobioso gañafón, un "¡guarro!" o que un novio le rompa el móvil en la crisma, el dron ha llegado para satisfacer su morbo sin gran riesgo. El dron o VANT (vehículo aéreo no tripulado) es una cometa sin poesía, pero con alta precisión de vuelo, creciente autonomía y gran componente digital; un espécimen evolucionado del aeromodelismo, que lo mismo vale para esos deslices visuales indoloros que para lanzar un misil en un desierto donde, no ya la infantería, sino la aviación tripulada no quiere arriesgarse a recibir ellas mismas un pepinazo . De hecho, como ha sucedido con tantos otros avances tecnológicos, es la industria militar la que ha dado paso a la comercialización de este producto como objeto de consumo de masas. Si los U-2 de la Lockheed realizaban misiones de espionaje en la Guerra Fría, hoy los Reyes Magos pueden traerle a su niño por varios cientos de euros unos espías de andar por casa (y, lo dicho, por la casa ajena). Todo un mundo de vertiginosas sensaciones alcahuetas y hasta onanistas al alcance de cualquiera.
En Estados Unidos ya causan furor, es decir, que aquí causarán furor de aquí a nada. Igual que la gente decía comprar el Interviú "por los artículos de opinión y por los reportajes" -qué rancio apunte, sí-, los nuevos droneros o dronistas del mundo en el que todo es tecnológicamente posible dirán que ellos dan al aparato un uso creativo, cultural y hasta artístico. Pueden ser sin duda de gran utilidad en gestión de catástrofes o ayuda humanitaria, o para combatir el crimen. Émulos todos de los inmensos planos cenitales de las marismas del Guadalquivir de La isla mínima. No dudo de que estos comentarios también serán rancios en unos años, pero uno se pregunta si poner estos aparatos en manos de cualquier cretino, psicópata diagnosticado o no, desaprensivo o simple criminal no es muy arriesgado. O de un niño. Cierto es que lo mismo puede decirse respecto de un coche, una escopeta de cartuchos o un bote de trinitotolueno comprado por internet. Pero en breve usted no estará tranquilo viendo a su equipo en la tribuna del estadio de sus amores. Ni practicando nudismo en una recóndita cala algarveña. Y siento enormemente dar la brasa de Pepito Grillo reluctante al temible abuso de la intimidad perpetrado con palanca tecnológica.
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