Cuarto de Muestras

Pónganse cómodos

El verano es la estación que se va desde que comienza, dejándonos su sal en los labios y los ojos heridos de belleza

El verano es la estación de los niños y de los jóvenes, de las vacaciones largas y la ropa corta. No conozco a nadie de menos de dieciocho que no le guste el verano. Cuando pronunciamos esa frase de qué ganas tengo de que pase agosto, es que hemos cumplido más años de los que quisiéramos. Yo aún me mantengo joven a estos efectos, aunque haya días que con el calor se me venga la frase a la punta de la lengua. Me niego a renegar del verano. Me gustaría al modo de Valle-Inclán en sus Sonatas, poder retratar a través de las estaciones, los capítulos de la vida con sus distintos paisajes y su estética. La memoria perdería su brújula sin el curso de las estaciones.

Por eso, llegado el mes de agosto, en lugar de pedir vacaciones, convierto esta columna en una confortable tumbona, interrumpo mis lecturas, me pego un baño y, aún mojada, me sirvo un fino con hielo para charlar con ustedes. Y hablo de todo y de nada que es de lo que se habla en verano. En este artículo cabe hasta el silencio que hacemos cuando nos acercamos una caracola al oído para escuchar el mar o vemos el sol ponerse. Pónganse cómodos y frescos.

Decía que el verano es cosa de niños y de jóvenes porque el verano es la estación sin tiempo, la estación en la que todos aprendimos a aburrirnos, la estación de la soledad y de la camaradería porque cuando somo jóvenes tememos que no nos acepten y necesitamos formar parte de la tribu. El verano es la estación de los mares tranquilos, las playas llenas y los campos agostados; del sol hecho oro viejo a la caída de la tarde entre nubes rojizas y de la sombra que se ríe de nosotros; de los castillos de arena y otros tesoros; de la siesta silenciosa; de la holgazanería; de las Vírgenes de gloria; de los toreros; de las libélulas, los grillos y las lagartijas.

El verano es la estación de las tormentas y los amores fugaces; de las lecturas y las noches eternas. El verano es la estación del disfrute, incluso con sus vértigos de tristeza, que también los tiene como todo lo que nos pasa. Es el tiempo de ver el cine en pantalla grande y de leer el periódico en papel. Es la estación de la intemperie. De dormir a ras de cielo. Del privilegio de la desnudez. El verano es la estación que se va desde que comienza, dejándonos su sal en los labios y los ojos heridos de belleza. Esperen un momento que me sirva otra copa y seguimos charlando.

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