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La reunión celebrada este viernes entre el Presidente del Gobierno y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, parece que alumbra los primeros acuerdos de esta legislatura. Al parecer, ambos han aceptado trabajar en la renovación del Consejo General del Poder Judicial con la mediación y verificación de la Comisión Europea, y modificar el artículo 49 de la Constitución para eliminar el término “disminuidos”.
Se trataría de una muy buena noticia que (además) es más grata después de ver cómo Feijóo ha estado actuando en las fechas previas sobre si reunirse con Sánchez, dónde reunirse y para qué reunirse imponiendo incluso el orden del día. Todo ello apuntaba a un desencuentro importante antes incluso de celebrarse la reunión.
También parece que Feijóo no ha aceptado desarrollar conversaciones para tratar de encontrar un acuerdo en relación con la reforma del actual sistema de financiación autonómica lo cual, de confirmarse, perjudica la posibilidad de encontrar un acuerdo para poder financiar mejor y de manera más equitativa los servicios públicos que tienen que gestionar el conjunto de Comunidades Autónomas.
Ese ‘As’ que se ha sacado de la manga Feijóo reclamado que sea la Comisión Europea quien verifique el proceso de renovación del Poder Judicial y la reforma de la legislación que regula este asunto es algo sorprendente y curioso. En mi opinión no es más que una excusa para no mantener una postura insostenible en contra de esta renovación que lleva ya 5 años de retraso e incumplimiento del mandato constitucional por culpa del Partido Popular. Algo que ha tenido el reproche de la Comisión Europea de manera reiterada.
Pero, como suele decirse, bien está lo que bien acaba. Porque si finalmente este acuerdo culmina con la renovación del Poder Judicial así como con la reforma tan demandada de la Constitución en lo que se refiere a eliminar la actual redacción del artículo 49, estaremos iniciando un camino para la articulación de los grandes acuerdos sobre asuntos esenciales del Estado y comenzando una tímida normalización de las relaciones entre Gobierno y oposición.
No obstante, no debemos llevarnos a engaño y pensar que esto supone el inicio de una etapa nueva y diferente. Ni el PP puede cambiar radicalmente de posición (Feijóo es también rehén de Ayuso y Aznar) ni creo que haya sido capaz de asumir que, pese a ganar las elecciones, eso no implica tener el derecho a gobernar. Y este “trauma” me temo que no lo va a superar, al menos por ahora. En cualquier caso, bienvenidos sean estos primeros acuerdos.
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