Quemar las naves

Se corre el riesgo de que la cuerda no aguante tanta tensión y habría que sopesar los perjuicios irreversibles

Todo indica que Podemos puede ser un fenómeno político fugaz. Desde su deslumbrante irrupción en la escena pública, donde llegó a escalar los primeros puestos de las expectativas demoscópicas, hasta la actualidad su recorrido ha conllevado un constante desmembramiento y la inevitable disminución de sus apoyos electorales. Desde la inicial discrepancia de estrategia que produjo la primera escisión del grupo y la deserción de significados dirigentes fundacionales, todo ha sido un extraño trayecto que ha culminado con la desaparición de la esfera oficial de su principal líder, que ha preferido abandonar responsabilidades públicas y de gestión para mover los hilos desde las bambalinas, pero sin renunciar al protagonismo. Y se han sucedido divisiones y enfrentamientos en el conglomerado de colectivos que pretendían representar y que en gran parte abandonan el primitivo proyecto para volver a la creación de nuevos grupos que ahora pretenden otra vez agruparse bajo el contradictorio nombre de Sumar. Puede decirse que la inicial experiencia empieza a asumirse como fallida y que los que aún se mantienen en el proyecto original están más en una lucha por la supervivencia que en el esfuerzo de remontar la crisis y encontrar sentido y solución a esa diáspora que permanentemente les acecha. Cuando parece que el propio proyecto se difumina, la ambición de los actuales dirigentes se reduce en mantener a sus fieles más radicalizados, rescatando para ellos actitudes y discursos de su primera época.

El problema es que esta desesperada estrategia de resistir y quemar las naves se pretende hacer desde responsabilidades ministeriales que están enturbiando de manera evidente el último tramo de la actual legislatura. Esta es la explicación más plausible a los continuos enfrentamientos y polémicas que los representantes de Podemos en el gobierno suscitan continuamente, haciendo de esas discrepancias su elemento identificador y el boletín de enganche para sus huestes cada vez más dispersas y desalentadas. Lo peor es que esta actitud de quemar las naves es su única estrategia y, por tanto, no es descabellado aventurar que en lo que queda de mandato esta va a ser su pauta de comportamiento general. Aunque unos y otros niegan la posibilidad de ruptura del actual gobierno de coalición, lo cierto es que se corre el riesgo de que la cuerda no soporte tanta tensión y ya habría que sopesar los perjuicios irreversibles que puede causar esta desesperada actitud.

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