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Eugenio Chicano

Roberto Ínglez y su piano

EXISTEN artistas que obtienen éxitos meteóricos. Llegan con gran intensidad, te acompañan incansables durante algún tiempo para luego desaparecer para los restos sin saber más de ellos. Éste es el caso de Roberto Ínglez, que fue -o lo es todavía- un pianista de música ligera indispensable entonces en las reuniones y guateques que los muchachos y muchachas organizamos allá por los años 50. Era la etapa de las grandes orquestas y de las insuperables películas musicales: Xavier Cugat, André Costelánez, Glenn Miller, Pérez Prado y tantos otros no cesaban de crear una estupenda música y soberanos arreglos que nos tenían cautivados. Con la orquesta del Hotel Savoy de Londres, el piano de Ínglez sonaba lento, grave e inusual. Su eco era nuevo, romántico e inconfundible. Las variaciones que hacía de canciones y de piezas conocidas eran preciosas e interpretadas luego con gran sensibilidad y talento... Se fue Ínglez sin decir adiós, como por encanto.

¿Qué es la verdad?

Esta pregunta la han formulado pensadores de todos los tiempos, y la definición más clara que sobre ella se ha comprobado es que la verdad está en la realidad y en el conocimiento de las cosas. El bien se logra cuando se conoce y se respeta la verdad. ¿Qué hace bueno el diagnóstico de un médico, la decisión de un árbitro o la sentencia de un juez? Sólo eso: "la verdad". Por eso, obrar bien es obrar conforme a la verdad, conforme a lo que son las cosas. Hace unos días hablando con un joven éste me decía: que no se podía decir siempre la verdad, que era necesario mentir para conseguir hoy en día las cosas. Ciertamente, en estos tiempos se utiliza bastante la mentira y el engaño como una herramienta más para escalar puestos, para alcanzar un mayor bienestar material o para evitar compromisos y sacrificios. Nos hemos acostumbrado a mentir y, como dice este joven, es que a veces no somos capaces de decir la verdad para quedar bien. Estamos inmersos en una cultura que ha perdido los valores y en muchas ocasiones es incapaz de percibir la verdad. Somos los padres los primeros educadores en inculcarles que no hay que mentir, y yo, me atrevería a aplaudir a aquellos que cuando sus hijos a pesar de que se han equivocado, no les mienten, sino les dicen la verdad, con todas las consecuencias, sería muy bueno que premiáramos esa valentía, aún con el temor de que sus padres pudieran castigarles. Sería la forma de que supieran valorar la verdad. Para ello tenemos que demostrarles con nuestro ejemplo que amamos la verdad y ponemos siempre el mayor empeño en encontrarla. ¿Qué es la verdad? La pregunta pronunciada por Pilatos se sigue repitiendo sin cesar aún más en nuestros tiempos.

Carmen Ramírez (Málaga)

¿Bautismo civil?

Mientras más ignorante es una persona más se atreve a hablar de todo lo divino y humano, sin conocimiento de causa y llevándose de su saber y entender. Y claro, se equivoca. Esto es lo que le ha ocurrido al señor alcalde de El Morche cuando, expresando su deseo de darle importancia al hecho de dar nombre a los niños que nacen en su pueblo, ha expresado su deseo de hacerlo con algo que ha llamado bautismo civil. Pues no, señor alcalde, el bautismo cristiano no es una ceremonia para imponer el nombre al niño. El Bautismo cristiano es uno de los siete sacramentos instituidos por Jesucristo y es el fundamento de toda la vida cristiana. Por él somos perdonados del pecado original. Haga lo que crea oportuno señor alcalde, pero no le llame Bautismo y si lo llama así, tendrá que sumergir al niño en agua, que es lo que significa esa palabra. Claro que con el vino tan rico que tienen en su zona, podrían sumergirlo en él, y con ello le daría un toque original a su invento. Piedad Sánchez (Málaga)

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