Rocky V

Solo entre tres pueden quitarle la corona y con su remontada se ha ganado al público

Balboa nunca fue un púgil poderoso. No se le conoce un gancho de derecha que tumbara a su adversario en el primer asalto ni un jab a la mandíbula que le obligara a tirar la toalla nada más comenzar. Lo suyo es sufrir hasta el final de la película. Aguantar el castigo del adversario sin descomponer el gesto mientras el contrincante se ahoga en su propio sudor. Sacar fuerzas de flaqueza cuando todo el mundo le da por amortizado y subir al ring con más de cincuenta años, que bien podrían ser setenta. Es el campeón y no le va a discutir la corona un aspirante treinta y ocho años más joven. ¿Por qué no pelear cinco veces cuando ya se ha hecho en cuatro ocasiones? En la esquina contraria se hecha de menos la mirada del tigre, y sin ella, no hay victoria posible. Los títulos de aspirante se han logrado por metódico ascenso en el escalafón con numerosas peleas ganadas a los puntos y faltas de glamur. Lo que le llena de confianza. Así que aguanta contra las cuerdas, encaja los golpes que le lanzan sus rivales y emite continuos flashbacks de sus diecinueve años de combates ininterrumpidos con los que saca fuerzas de flaqueza y avisa al espectador de su inminente remontada. En cualquier película, asalto tras asalto, Rocky llega al final de la pelea frente a unos rivales que lo han subestimado. Al inicio trepidante de Drago, el campeón soviético entrenado científicamente por sus asesores de laboratorio, Balboa corresponde con un gancho de derecha que le abre una brecha bajo el ojo. Él ha vuelto a entrenar en los barrios, de donde quizás nunca salió, aunque en algún momento hayan parecido la estepa rusa, y el soviético pelea desde el inicio pensando que "no es humano" mientras aspira a la victoria por puntos. Mal comienzo pronóstico de un peor final. Llegado al recuento, Balboa se sabe ganador. Los jueces le han dado vencedor por amplia mayoría. No es un K.O. técnico, pero sus contrincantes están sonados. Solo entre tres pueden quitarle la corona y con su remontada se ha ganado al público. Por el contrario, entre ellos ya hay quien espera instrucciones de su mánager desde Madrid. A falta de que en los próximos cuatro años se configure un aspirante real, solo queda simular un combate por ordenador como el que libró contra Dixon. Mientras tanto, Paco de la Torre Balboa esperará en el rincón derecho, con calzón azul, a alguien que él considere merecedor de su título.

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