
Años inolvidables
Ángel Valencia
Tiempos turbios
DENTRO de una semana entrará en vigor la segunda parte de la Ley de Seguridad Vial, que inició su andadura el pasado octubre. Su objetivo, según explicó ayer el ministro del Interior, es simplificar los procedimientos sancionadores de las infracciones de tráfico y acabar con la impunidad de los infractores. En España se imponen a lo largo del año alrededor de quince millones de multas por faltas relacionadas con el tráfico rodado, entre las de Interior y las de los ayuntamientos. De ellas la cuarta parte no se pagan, en gran medida por la complejidad de los procedimientos administrativos que las gestionan. Baste señalar que entre el momento en que se comete y se detecta la infracción y el momento en que se materializa la pena transcurre un periodo de tiempo que puede alcanzar hasta los dos años. A partir de la nueva Ley de Seguridad Vial el plazo se reducirá a un máximo de cinco meses. La prescripción, que ahora exige que pase un año desde la infracción, se establece en cuatro, lo que evitará que muchos eludan su castigo amparándose en alguno de los meandros de la gestión burocrática de la sanción. Aunque puede pensarse que hay una finalidad recaudatoria, otros elementos contenidos en la norma sugieren lo contrario. Así, la modalidad del pronto pago, realizado en un plazo de quince días desde la notificación, supondrá un descuento del 50%, es decir, se pagará solamente la mitad de la multa correspondiente. Por otra parte, todo el dinero recaudado se destinará a actuaciones relacionadas con la seguridad del tráfico, la prevención de accidentes y los programas de ayuda a las víctimas. La ley sí establece un mayor rigor sobre algunas conductas demostradamente peligrosas, como programar el navegador mientras se conduce, ocupar una plaza de aparcamiento reservada para discapacitados o manipular la matrícula a fin de hacerla ilegible, que serán consideradas infracciones graves. Es un paso más en el camino hacia la seguridad vial, uno de los factores de la convivencia que más abandonado ha estado y que, por fortuna, empieza a reducir su gravedad en un país más concienciado y más cívico.
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